Puntuación:
Danny Boyle vuelve a dirigir y gran parte del reparto repite en una segunda parte que ha perdido bastante del tono frenético del original y ha añadido generosas dosis de melancolía.
Irregular secuela de un clásico de los años noventa que se regodea demasiado en la nostalgia y solamente brilla en momentos aislados.
La nostalgia siempre idealiza el tiempo pasado. Suele llegar a nuestra vida cuando abandonamos la juventud y nos adentramos en la edad adulta. Entonces tendemos a echar la vista atrás y rememorar los años en los que las responsabilidades y las decepciones todavía no habían hecho demasiada mella en nuestro carácter. También ocurre que las penas y los malos momentos de aquella época suelen quedar un tanto atenuados.
Algo parecido ocurre con Trainspotting, una de las películas que marcaron a una generación en los años noventa. Con la novela de Irvine Welsh como base, la cinta seguía los pasos de un grupo de delincuentes y drogadictos en la ciudad de Edimburgo. El filme, además de retratar a una juventud sin ideales, supuso el salto a la fama de Danny Boyle, cineasta escocés que otorgó al conjunto un aire moderno y fresco al usar una estética deudora del videoclip y la publicidad.
Crítica de T2 Trainspotting
Ahora, cuando la película ha sido convertida en clásico por todos aquellos que fueron veinteañeros hace dos décadas, nos llega su secuela T2 Trainspotting. Danny Boyle vuelve a dirigir y gran parte del reparto repite en una segunda parte que ha perdido bastante del tono frenético del original y ha añadido generosas dosis de melancolía. El envejecimiento de los actores otorga al conjunto un aire levemente crepuscular y permite que el director y el guionista se revuelquen sin miramientos en la añoranza por el tiempo perdido.
Hay demasiados guiños visuales y argumentales en esta secuela al original, elementos que pueden pasar demasiado desapercibidos para aquellos que no hayan visto la primera cinta o no la tengan muy fresca. Por otra parte, las nuevas peripecias de estos carrozas no están mostradas con el suficiente brío. Es cierto que ya no son unos mozalbetes, pero se echa de menos algo más de energía. Solamente consiguen alzar el vuelo en los momentos más locos, aquellos que captan más el espíritu original y se olvidan un tanto de homenajearlo explícitamente, y la reformulación del eslogan ‘Elige la vida’, que muestra perfectamente el desencanto de estos tipos que interiormente han cambiado menos que en la superficie.
No obstante, a pesar de encontrarnos ante una película que dista mucho de ser importante, T2 Trainspotting logra interesar por el buen hacer de sus actores, que retoman en su mayoría los roles de hace veinte años, y algunos hallazgos muy aislados.
Crítica de Julio Vallejo Herán.