El juego ha ocupado siempre un lugar central en el cine y la televisión. A veces, siendo protagonista intrínseco de películas como Casino o series como Las Vegas que, con mayor o menor unanimidad, han pasado a la historia de sus respectivos géneros; en otras ocasiones, como excusa o acompañamiento accidental de una trama que nada tiene que ver con el mundo de los casinos y las apuestas.
Repasando títulos podemos encontrar grandes películas que fueron premiadas en festivales internacionales y encaramaron a algunos de sus protagonistas a la fama entremezcladas con otras de calidad mucho más cuestionable.
Estas últimas son las que en muchas ocasiones han transmitido la sensación de que la temática del juego y los casinos es un accesorio fútil y banal, al servicio de comedias sin gracia o híbridos temáticos inclasificables ante la falta de criterio cinematográfico por parte de sus directores. Esa visión simplificada del mundo del juego y, en particular de los casinos, a buen seguro no agrada a la creciente masa de apostadores y aficionados al azar que en los últimos años no ha hecho sino multiplicarse debido a la proliferación de las casas de apuestas virtuales que han acercado los juegos de casino al público general sin necesidad de acceder físicamente a uno de ellos.
Pero, ¿por qué esta temática ha estado siempre tan presente en el repertorio de Hollywood a la hora de crear contenidos para el cine y la televisión?
La respuesta parece simple: la combinación de juego, lujo, riesgo, peligro y el binomio éxito/fracaso o victoria/derrota son un sinónimo de audiencia y atracción visual. ¿Se corresponde la visión trasladada a través de la pantalla con la realidad de los casinos? Probablemente no siempre, pero ahí es donde comienza a cobrar sentido la máxima que no permite a la realidad estropear una buena historia (por irreal que ésta sea o parezca).
Y es que no todos (ni la mayoría, ni la mitad, ni la quinta parte) de los usuarios de casinos, ya sean físicos o virtuales, consiguen hacerse millonarios en una noche, presencian un tiroteo entre grupos mafiosos enfrentados, se llevan a una mujer despampanante a la suite del hotel más próximo o forman parte de un grupo de ladrones de élite capaz de robar millones de dólares delante de las narices de todo el mundo.
Y por eso el cine y la televisión recrean situaciones irreales que llaman la atención de los espectadores y activan sus sentidos más salvajes (o simplemente humanos).
Hay ejemplos por doquier de buenas y malas películas, dicho queda. Pero igual que la Quiniela, el Euromillones, la Primitiva o las apuestas hípicas, el cine y la televisión pueden ser también activadores de los instintos posesivos y materialistas más básicos del ser humano.
El cine como catalizador de lo que nunca se tendrá. El cine como un juego.