El monumento perturbador que firma Brady Corbet con Adrien Brody como protagonista cuenta con tres Globos de Oro y diez nominaciones a los Oscars de este 2025.

¿En qué se parecen el cine y la arquitectura? Una pregunta que rondaba por mi mente durante toda la película, y decir «toda» es hablar nada más y nada menos que de tres horas y media. A pesar del impasse que suponen los premios y las alfombras rojas, el cine es un oficio muy duro, físico y nada glamuroso. Tal y como explica Brady Corbet, el director de «The Brutalist», hacer una película es montar una empresa en poco tiempo para acabar desmontándola una vez haya terminado el proceso. Todos hemos oído hablar alguna vez de las famosas fases de preproducción, rodaje y postproducción, pero solemos obviar el caos que supone la faena y lo alocado que resulta sacar todo ello adelante.
El cine y la arquitectura comparten el sacrificio de lo monumental, el esfuerzo de unas partes que se machacan en favor de un todo inconmensurable. Y «The Brutalist» es cine y arquitectura y, sobretodo, es colosal. Una película infinita que llega a todas partes, tratando temas como la migración, la identidad, la religión y el poder, todo al rededor del tormento de un artista en mayúsculas. Lazlo Toth, el arquitecto húngaro interpretado por Adrien Brody (y que, tras ganas el Globo de Oro, parece el candidato favorito para el Oscar, polémicas aparte), es el eje de una película llena de personajes variopintos que comparten la perturbación que define a aquellos que viven lamiéndose las heridas.
«The Brutalist» es un retrato aterrador de las cloacas del ser humano que se ha convertido en mi favorita para los premios de la Academia de este 2025. La película se rodó en tan solo 33 días, un tiempo récord teniendo en cuenta su tamaño y duración. Lo sorprendente es como esta maratón no acabó con Adrien Brody en el rodaje, sino que, a la vista del resultado, las prisas sirvieron para ayudarle a bordar su papel. Pero como Brody están el resto del reparto, y como ellos el trabajo de fotografía y diseño de producción. Todo un monumento hecho con el mismo espíritu con el que el arquitecto protagonista terminaba su obra.