Ryan Coogler se ha convertido en uno de los directores afroamericanos de más éxito gracias a su contribución a sagas tan comerciales como Black Panther y Creed. En todas ellas ha contado con la presencia del actor Michael B. Jordan, con el que trabajó en su debut en el largometraje, la indie Fruitvale Station. En todas ellas hay un evidente reivindicación del talento negro, aunque se inscriban en su mayoría dentro del cine más palomitero.

Los pecadores es, sin ninguna duda, su cinta más personal desde su ópera prima. En este caso parte de un guion que no se basa en ninguna obra previa y con un reparto en su mayoría afroamericano, donde vuelve a repetir Jordan, en esta ocasión encarnando a los dos protagonistas, dos mafiosos que regresan a su localidad natal para abrir un club nocturno en los turbulentos años treinta.
En la primera parte de la película, Coogler, que ejerce también de guionista, se encarga de describir a una sociedad sureña donde existe la discriminación por razas, la población afroamericana está fuertemente influida por la espiritualidad cristiana y el blues es considerado casi como la música del demonio. No obstante, en su segunda mitad, el largometraje da un volantazo para convertirse en una cinta de vampiros donde chupasangres blancos se encargan de infectar a los clientes del club.

El realizador mezcla elementos de cinta de acción, denuncia social, musical y terror en una coctelera que puede fascinar a los más fervientes amantes de las rarezas. Sin embargo, la acumulación de ingredientes tan dispares no siempre funciona a pesar de un espléndido acabado visual donde destacan la espléndida fotografía de Autumn Durald y una magistral dirección artística que recrea el sur de los Estados Unidos de la época a la perfección. Sobre todas ellas sobresale una maravillosa banda sonora repleta de blues que se convierte en lo mejor de la película.
Sin embargo, los diferentes géneros que toca no acaban de componer una cinta bien cohesionada. Es cierto que los números musicales resultan impresionantes, aunque los elementos de terror y de acción no pasen de ser bastante convencionales, conformando una particular versión de Abierto hasta el amanecer. Por otra parte, los elementos de critica social se diluyen como un azucarillo dentro de un particular delirio que incluye momentos oníricos bochornosos y una incomprensible secuencia donde Coogler nos muestra los pasos que seguiría la música negra después de los años treinta.

En definitiva, Los pecadores es un producto tan vistoso como irregular que pretende consolidar a su realizador como un particular autor a medio camino entre el cine serio y los géneros más populares sin que el conjunto acabe de funcionar más allá de la delirio con ínfulas de trascendencia.
Puntuación:
Extraño pastiche de musical, terror, acción y película social que destaca por una espléndida banda sonora repleta de buen blues.