Algunos se preguntarán…¿por qué invertir tiempo divagando sobre una cinta de este tipo?…además, ya lleva semanas en cartelera. Cierto. Pero básicamente, mi intención es otra. Quiero resaltar las «funciones» que una producción de estas características tiene. Porque tenerlas, las tiene. Intentemos ver más allá del puro marketing.
La primera impresión es de déjà vu. Sí. Nos suena, ¿verdad?. También nos debe sonar el nombre de Julia Roberts hace unos añitos en una exitosa producción titulada “La boda de mi mejor amigo”. Bueno. Esta vez nos encontramos ante la misma historieta (esceptuando el final), pero con los papeles invertidos. Paul Weiland dirige a Patrick Dempsey (siii..lo sabeeemos, el guapito médico de Antomía de Grey) y Michelle Monaghan en esta más que predecible trama al más puro estilo cómico-romántico-hollywoodiense. Pero no nos dejemos engañar.
Está llena de clichés y estereotipos de principio a fin, y eso es innegable. Las virtudes de la presente obra salen a luz cuando cambiamos el punto de vista. Eso es; hace falta, y nunca mejor dicho, “una mirada objetiva”. A partir de ahí podemos empezar a divisar ,al menos, entretenimiento entre tanta “convencionalidad”. Frescura y simpatía son sus puntos fuertes. Cabe mencionar el fabuloso arranque argumental ligado a la presentación, aderezados con melodías de actualidad, entre ellas “Grace Kelly” del fabuloso Mika. El resto, y visto desde ese particular punto de vista, supone una notable diversión. Vale, tenemos al chico guapo y de éxito en la vida, y dentro de la vida, particularmente con las mujeres; por otro lado su amiga inseparable (y conocida por accidente), también guapa y encantadora. Ni el uno ni el otro ha intentado nunca ir más allá en la relación. Todo se tambalea cuando ella conoce a un rico escocés en un viaje de trabajo, y a la vuelta anuncia que se van a casar. En efecto, el resto es perfectamente imaginable. Pero a pesar de la previsibilidad, el guión es ágil. No deja espacio para pensar si nos gusta o no. Sencillamente nos entretiene sin más. Y la sensación es como de sentirse atrapado en las redes de no se sabe qué. Engancha. Esta película engancha, para que negarlo. Tal vez por la identificación con alguno de los protagonistas y su personalidad, o con la historia en sí misma.
No obviaremos que se trata de un producto para las “palomiteras” masas, pero no importa. Cumple su objetivo, entretener, que es para lo que “La boda de mi novia” ha sido concebida. Ni trasfondos filosóficos, ni indagaciones morales, ni grandilocuencias existenciales. Nada de eso. Cine de calle, mundano, simple y directo. Pero con una sabia y noble función: arrancar risas, parar el tiempo, y sobre todo…entretener.
Sergi Ameller Batalla