En Estados Unidos se da el caso de que el humor es cosa de hermanos. En los años de esplendor de la comedia clásica hollywoodiense, los Marx triunfaron con un humor a la vez gráfico e intelectual, una competición de “a ver quién la hace más gorda”. Con el paso de los años, la máxima parece haber evolucionado hacia “a ver quién la dice más gorda”: si antaño los artífices del guión se situaban también delante de las cámaras, perpetuando de algún modo esas peleas infantiles entre hermanos que muchos podemos recordar haber vivido, con el final del cine clásico preferirán quedarse detrás del objetivo y dirigir (con mayor o menor sintonía, claro está) a aquellos a los que se ha pagado para que hagan payasadas.
Los Farrelly representan con fuerza este caso contemporáneo: con un humor muy particular que se puede interpretar como una continua competición de pedos y demás guarradas entre hombres no muy inteligentes, son los artífices de películas tan vacías de pretensiones como ‘Dos Tontos Muy Tontos’ o ‘Algo Pasa Con Mary’, la cual obtuvo un desmesurado éxito al añadir con bastante acierto el elemento femenino a la fórmula de los pedos: como si un grupo de chicas entrara en la habitación y empezara a interactuar con estos hombres tan simples que lo único que pueden hacer es intentar ponerse a la altura de sus compañeras del sexo opuesto.
Pues el humor de los Farrelly nunca ha sido machista: si sus hombres se ríen en algún momento de las mujeres, es porque no las entienden (y tienen el anhelo secreto de hacerlo); los hermanos Wayans, artífices de las dos primeras partes de la saga ‘Scary Movie’, parecen mucho más expertos en el machismo.
En cualquier caso, con el filme protagonizado por Cameron Díaz los hermanos entraron en los terrenos de la comedia romántica, dándole un verdadero telón de fondo y un desarrollo dramático más o menos elaborado a las chorradas de sus personajes. De forma similar a la evolución que siguieron los hermanos Abrahams, que pasaron de una película formada por episodios aislados, por golpes cómicos, como es ‘Kentucky Fried Movie’, a esa obra maestra de la comedia que es ‘Aterriza Como Puedas’ (que, a pesar de seguir siendo una sucesión de gags, debe su éxito más a la brillante conexión narrativa entre estos que a ellos por sí solos).
En ‘Movie 43’, Peter Farrelly parece haber desandado el camino, pues la trama homogénea que de sentido a los desvaríos es casi eliminada para convertir la película en una mera sucesión de sketches, a lo Saturday Night Live, dirigidos y escritos por diversas personas bajo el auspicio del hermano Farrelly. Esto no tiene por qué ser malo. Pero en este caso lo es.
Las historias se enlazan muy débilmente entre sí al contársenos paulatinamente la historia de unos adolescentes que, aburridos en casa, se dedican a buscar en Internet la mítica ‘Movie 43’, un vídeo con cualidades erótico-mágicas (?). Si el espectador atento puede esperar algún tipo de crítica o comentario acerca de la sociedad ultraconectada en la que vivimos, en la que ídolos mediáticos son construidos y deshechados en pocas horas gracias a vídeos de alto contenido sexual, la película le defrauda: el tono festivo no abandona nunca la trama y la reflexión seria se pierde entre operaciones estéticas, vídeos porno y música pop-rock. Sin mencionar el ¿apocalíptico? final de esta trama conectiva, absolutamente pasado de rosca.
En la decena de historias que componen la película, encontraremos desde testículos situados en gargantas hasta reproductores de música con forma de mujer desnuda, pasando por gatos homosexuales de dibujos animados o madres que besan románticamente a sus hijos. Se trata, en definitiva, de un despiporre irregular e inconexo que se revela como puro espectáculo de variedades, y en el que cualquier atisbo de crítica social o de género es pulverizado (menos en la historia dirigida por Elizabeth Banks, excepción a la regla y nunca mejor dicho, en la que se ejerce una crítica demasiado directa pero de algún modo acertada al universo masculino y sus temores).
En cualquier caso, esta colección de animaladas no demasiado imaginativa (y mucho menos inteligente) es salvada, y sólo en parte, por el multitudinario elenco actoral; aunque esto sea básicamente porque es divertido ver a gente como Hugh Jackman, Kate Winslet o Richard Gere soltándose la melena.
Recomendada sólo para aquellos que siguen disfrutando con los circos cuya principal atracción son los animales.
Crítica de cine.
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