“Después del final feliz ya no quedan más dragones que matar”. – Marion (Julie Delpy)
El cine de Julie Delpy con una sola palabra probablemente la más adecuada sería “honestidad”. Que un autor escriba, dirija e interprete sus películas no es sinónimo de que podamos llegar a conocerlo a través de su obra, pero en el caso de la cineasta francesa su filmografía es un nítido reflejo de su personalidad, su pensamiento y sus inquietudes. Es posible que su discurso progresista y su aire alternativo tan mainstream puedan resultar alergénicos para algunos (al fin y al cabo es cuestión de opiniones), pero creo que es justo reconocerle la susodicha honestidad a la hora de entrar en su cine tan personal, ya que compensa una calidad artística simplemente competente con una alta dosis de verdad individual y unas bajas pretensiones que invitan a la más sincera simpatía.
En 2 días en Nueva York, secuela de 2 días en París, recupera el personaje de Marion, con una nueva pareja, en un nuevo escenario pero de nuevo sometiendo la solidez de la relación al examen de su excéntrica familia. Lo más valiente, y por ende también lo más atractivo, del film (así como de la primera parte) es que localiza el conflicto de la relación de pareja en una fase que justamente se caracteriza por carecer del mismo, es decir, cuando ya está consolidada. Dicho de otro modo, no se trata de conseguir un triunfo, sino de qué hacer con el trofeo y, a pesar de fundamentar el relato en la frivolidad de un juicio de valor, al final termina siendo una historia sobre, paradójicamente, el triunfo del amor sobre el gran adversario que es el tiempo.
Lo que hace buena y genuina esta película es la capacidad de la autora para contar una historia de amor sin acudir al romanticismo. Julie Delpy siempre utiliza el sentido del humor para abordar los temas más recurrentes de su cine: amor, muerte, arte y familia. En parte por este motivo se la ha comparado, no del todo desacertadamente, con el Woody Allen de las primeras épocas, y aunque Delpy es una versión más rudimentaria del genio neoyorquino, sí que se parece en la frescura dialéctica de sus diálogos, en sus contextos bohemios y en la neurosis personal que imprime en sus personajes.
Precisamente sobre los personajes incide otro tema imprescindible de Delpy que me parece fascinante porque no está presente en el contenido, sino en la forma: el paso del tiempo. A lo largo de su carrera Delpy ha recuperado a dos personajes bastante parecidos, Celine (de la trilogía “Before…”, con Richard Linklater y Ethan Hawke) y Marion, del díptico de “2 días en…”. A parte de los rasgos de personalidad comunes entre ambos personajes, también coinciden es que en las secuelas la elipsis temporal corresponde exactamente al tiempo que ha pasado en la vida real. Con este sencillo mecanismo de continuidad, sumado al hecho de que tanto Marion como Celine son proyecciones de sí misma, Delpy nutre estos personajes con una vivacidad que los hace orgánicos porque los matices que definen su evolución no salen tanto del guión, sino de la propia actriz. Sería necio hablar de ella como un genio por algo tan intangible, pero son detalles como este, indicativos de la seriedad y el apego con que Julie Delpy se toma su trabajo, que la convierten en una cineasta especial.
Estoy muy de acuerdo, pero creo que no pretende emular ningún estilo. Yo personalmente sí que le veo mucha personalidad a esta película, y también una Delpy más madura incluso en su sentido del humor. Lo que ocurre es que Woody Allen es claramente una influencia importante para ella y que esté tan presente en la peli es sencillamente un acto reflejo de la propia autora. Es injusto caer en la comparación.
Me gustó pero se parece demasiado a Woody Allen y ella no necesita parecerse a nadie, tiene identidad propia…