Nuestro redactor Ricardo Jornet analiza para Cineralia la última película de la excelente directora Ann Hui.
Será porque han traído las copias de Una Vida sencilla en el Transiberiano, pero el caso es que la última película de la cineasta de Hong Kong Ann Hui, una pequeña joya dirigida por una de las figuras con mayor trayectoria del país, ha tardado dos años en llegar a nuestros territorios, y sólo gracias a una pequeña distribuidora independiente como es Surtsey Films; comentando estos datos me gustaría hacer pensar un poco a aquellos que defienden que el mercado de la exhibición cinematográfica español, arrasado por las distribuidoras estadounidenses, no necesita ni regulaciones gubernamentales ni la intervención de distribuidoras más humildes que no ofrecen cine entretenido. A saber cuántas maravillas nos perderíamos, ahogados entre robots digitales y epopeyas de cartón piedra, si no fuera por la labor de unos pocos.
Dicho lo cual, uno se confiesa encantado con la pequeña historia que el filme nos viene a contar, que hace una justicia total a su título, Una vida sencilla: la película de Ann Hui convierte retazos de la vida que comparten un productor de mediana edad y su criada en su materia prima, y explica el devenir de la relación entre estos dos personajes de manera transparente, luminosa y sencilla, haciendo un uso excelente de los silencios para conseguir que nos enganchemos no tanto de las palabras de los protagonistas sino de sus ojos, estoicos pero profundos los de él (un contenido Andy Lau) y conmovedores pero sin una pizca de sentimentalismo barato los de ella (Deannie Yip, en un papel que le ha granjeado, entre otras cosas, la Copa Volpi de la Mostra de Venecia).
Hui parte de un guión de Susan Chan que adapta, intuimos que bastante libremente, la cacareada “historia real” vivida por el productor Roger Lee y su criada de toda la vida, la cual, tras sufrir un ictus, decide abandonar su trabajo y se enfrenta de golpe a la melancolía de tener que compartir sus últimos años de vida con los de muchos otros, en un asilo para gente mayor.
Entre otras cosas, Una vida sencilla es una muestra de cómo la cineasta asiática ha completado de manera muy coherente su evolución paulatina de estrella de la independiente. Nueva Ola del país a personaje con un hueco merecido en la industria comercial, construyendo un filme estéticamente correcto y alejado de sus salvajes inicios pero que no llega a dejar de lado los temas que han venido marcando la filmografía de Hui; sobretodo, la feroz crítica social que en este caso se ceba con la situación de los mayores e ironiza acerca del trato que estos y otras clases populares sufren por parte de aquellos que se creen más elevados.
El filme no teme a la hora de oscilar entre el drama íntimo y la comedia, adoptando un tono ligero pero responsable con los temas que trata, y que consigue que la premisa potencialmente melodramática se mantenga a un nivel en el que se juega más al drama contenido que a la tragedia. Así, tras una primera parte en la que los dos protagonistas se encuentran separados (tanto espacial como emocionalmente), la segunda mitad de la película los une en convivencia y parece ir dirigiéndonos inexorablemente hacia un final lacrimoso (especialmente en aquellas escenas que transcurren en el asilo al que va a vivir la criada protagonista, edificio amarillento en el que la experiencia hablada de aquellos que lo habitan se ha convertido simplemente en un par de ojos que miran), pero gracias a este tratamiento contenido de las emociones la trampa del drama forzado nunca llega a asomar su cabeza.
Heredera lejana del cine silencioso y equilibrado de Ozu, Una vida sencilla se aleja de la industria de acción en la que se ha especializado la isla asiática (curiosamente, el omnipresente Andy Lau protagoniza la última locura de Johnnie To, Blind Detective) para articular un discurso íntimo que observa y no fuerza a sus personajes, dejando que fluyan entre los espacios y vayan construyendo, poco a poco, una historia pequeña que acaba hablando de cosas más grandes.
Una Crítica de cine de Ricardo Jornet.