Nuestra redactora Susana Peral nos trae la Crítica de Memoria de mis putas tristes, una película basada en la novela del mismo nombre de Gabriel García Márquez.
Como sabe este gran poeta y escritor, Gabriel García Márquez, llevarnos por los más hondos recovecos del amor, sí, ese sentimiento y estado que tantas alegrías y tristezas nos puede dar y que tan mal sabemos definir y expresar, pero él con sus palabras, con su dialecto y descripción tan inmensa suele elevarla a la máxima potencia, para que sepamos identificar más si cabe esa maravilla creada, el amor, con mayúsculas cuando de verdad se conoce.
Esto es lo que le ocurre al personaje de Memoria de mis putas tristes, El Sabio, toda una vida para ver en ese momento en su recta final de su existencia que lo que ahora está sintiendo no es otra cosa, que el amor, llevándole a la desesperación, desasosiego, incomprensión y hasta detestarse así mismo, por no saber lo que padece y sufre en su interior.
En Memoria de mis putas tristes El Sabio (Emilio Echevarría) es un columnista viejo y más que solterón que justo el día antes de su cumpleaños decide dos cosas, dejar de escribir su columna semana en su periódico de toda la vida y pasar una noche desenfrenada con una joven que sea virgen como regalo de su 90 cumpleaños. Para su regalo recurre a Rosa Cabarcas (Geraldine Chaplin), antigua amiga y dueña de un prostíbulo que frecuentaba con asiduidad, aunque la petición es rara y además nada fácil y peligrosa en los tiempos que corren, su deseo se concederá y así conocerá a Delgadina quien hará que El Sabio haga crecer en sí sentimientos nunca reconocidos.
Hacía tiempo que no veía una adaptación tan bien llevada como Memoria de mis putas tristes, con tanto respeto por el libro y que además enganche en historia, narración, actores y sobre todo la música (Javier Navarrete), hace que te adentres en ese mundo tan poético a la par que humano y conmovedor como Gabriel García Márquez sabe recrear y ambientar en distintas épocas.
En esta ocasión la adaptación al cine ha sido llevaba por el director danés Henning Carlsen en una coproducción de lo más internacional mexicana, española y danesa, además teniendo como co-guionista para Memoria de mis putas tristes a Jean-Claude Carrière que es francés en este caso.
Cuando me refiero a distintas épocas, es porque el guión de Memoria de mis putas tristes, recorre la vida del protagonista en sus noventa años, incluso rememorando la de sus antepasados por algunas historias contadas, y que tienen la importancia justa en el momento adecuado.
En esta ocasión visioné la película, empapándome del lenguaje embaucador del escritor, García Márquez, que tan bien han reflejado los guionistas Jean-Claude Carrière y Henning Carlsen (han sido extremadamente fieles al escritor, incluso en diálogos que se plasman idénticos) y disfrutando de unas grandes actuaciones y recreaciones que presagiaban que la lectura posterior iba a ser interesante.
Como así fue, nada más salir de la proyección procedí a devorar Memoria de mis putas tristes, esa pequeña gran novela, con gran gratitud porque mientras que leía volvía a ver en mi retina lo que minutos antes había disfrutado, eso no quería decir ni más ni menos que me encontraba ante un gran adaptación. Por dos aspectos muy importantes porque se ha respetado en espíritu y porque la obra es maravillosa, ya que si no fuera así, de poco valdría una buena adaptación.
Solo se han dado una licencia director y guionistas y es ampliar el personaje de Casilda (Olivia Molina y Ángela Molina), esa mujer que con su mirada devorada en sentimientos y no carnalmente a el Sabio, el protagonista que no se da cuenta de ello, si no que meramente se queda con sus pasatiempos terrenales en la alcoba de ese burdel que para él es como su casa.
En la novela se la menciona de pasada pero se nota ya que fue alguien importante, pero en la película se la remarca como si fuera en cierta forma fuera la conciencia del pasado que vuelve al presente y hace ver las cosas de diferente manera al protagonista.
Memoria de mis putas tristes es una cinta llena de flashback que hacen la historia más intensa, desmenuzando pedacito a pedacito ese corazón duro que se abre al mundo incluso así mismo tras años de esconderse en un caparazón que le hizo inmune a los sentimientos.
En definitiva nos encontramos ante una alegoría poética de la edad, el sexo, la vida y emociones encarnados en el amor.
Crítica de Memoria de mis putas tristes de Susana Peral.