El actor ha muerto en la tarde de ayer lunes a los 86 años de edad en un hospital de Roma.
Hoy nos levantamos un poco más tristes con la noticia de la muerte de un icono de nuestra infancia, un actor que forma y formará parte para siempre de nuestros recuerdos y del origen de nuestra pasión por el cine, un repartidor de galletas de primera categoría cuyo nombre real era Carlo Pedersoli pero al que todo el mundo conocía por su nombre artístico, Bud Spencer.
El actor ha muerto en la tarde de ayer lunes a los 86 años de edad en un hospital de Roma. Su hijo, Giuseppe Pedersoli, ha sido el encargado de dar la noticia:
«Papá se ha ido de manera tranquila y serena a las 18:15 h. No ha sufrido. Su última palabra antes de fallecer fue Gracias».
La última vez que pudimos ver al actor en televisión fue en 2010, en una teleserie del Canale 5 llamada I delitti del cuoco (Los delitos del cocinero).
Pareja inolvidable junto a Terence Hill
El actor fue conocido en todo el mundo por ser el gigante bonachón en algunos de los Spaghetti western, especialmente en su versión más cómica junto con Mario Girotti, el nombre real de Terence Hill.
Spencer nació en Nápoles el 31 de octubre de 1929. Este «gran» actor rodó casi 80 ochenta películas en su carrera, algunas tan recordadas como Dos superpolicias, Le llamaban Trinidad, Quien tiene un amigo tiene un tesoro, Dos contra el crimen o El corsario negro.
Pedersoli llevó una vida poco convencional, en 1947 su familia se trasladó a Sudamérica y Carlo abandonó sus estudios de química. En Buenos Aires fue bibliotecario durante años, además de trabajar en el consulado italiano. De regreso a Italia formó parte del equipo nacional de natación participando en los Juegos Olímpicos de Helsinki 1952 y Melbourne 1956.
Su primer papel en el cine fue en Quo Vadis, ejerciendo de guardia del Imperio Romano. Cambió su nombre por Bud Spencer en 1967 en honor a Spencer Tracy y a la cerveza Budweiser.
Su encuentro con Terence Hill le catapultó a la fama dando lugar al nacimiento de un auténtico nuevo genero cinematográfico con cintas como Le llamaban Trinidad en 1970, Seguían llamándole Trinidad, secuela de 1972, Y si no… nos enfadamos, de 1974, hasta las más recientes Dos superpolicías en Miami (1985) y Y en Nochebuena… ¡se armó el Belén! (1994).