Convencional thriller juvenil que contiene algunos apuntes interesantes acerca de la influencia de Internet y las redes sociales.
Los grandes éxitos de la literatura juvenil del siglo XXI y sus correspondientes adaptaciones cinematográficas parecen seguir una fórmula de éxito más o menos asegurado.
Gran parte de ellos están protagonizados por una jovencísima heroína que vence todo tipo de pruebas mientras se enamora de un individuo del sexo opuesto de la misma edad. En algunos casos, como las sagas Los juegos del hambre o Divergente, se añade un decorado distópico donde el personaje principal se impone a las dificultades de un mundo caótico.
Crítica de Nerve
Nerve asume sin rubor las reglas no escritas del cine basado en novelas young adult. En esta adaptación del libro homónimo escrito por la estadounidense Jeanne Ryan, nos encontramos con una joven que se somete a un particular juego organizado por una suerte de red social donde sus participantes ganan y pierden dinero dependiendo si vencen o no en una serie de retos, algunos mortales.
Todo ello mientras cae en los brazos de un atractivo mozalbete, que también participa en tan arriesgada yincana. Bien es cierto que en esta ocasión el decorado es una sociedad que podría ser la actual y se encuentra lejos del mundo postapocalíptico de otras franquicias.
Sin embargo, a pesar de seguir las convenciones de cierto entretenimiento adolescente de la última década, la película logra sobresalir mínimamente sobre otros adocenados productos.
Quizá la clave se encuentre en su pareja de directores: Henry Joost y Ariel Schulman, los dos responsables del estupendo documental Catfish. Allí nos descubrían a dos miembros de una misma familia que se ocultaban tras los falsos perfiles de Facebook. El filme se convertía en todo un análisis de las apariencias en la red de redes y ponía de manifiesto los dramas de esas personas que se presentan en Internet con una personalidad que resulta muy distinta de la real.
Nerve se encuentra muy lejos de los apreciables logros de esa pequeña joya de escaso presupuesto que tuvo secuela en forma de serie de la cadena de televisión MTV.
No obstante, algo queda de ella, especialmente en el retrato de la rival y antigua amiga de la joven protagonista. Al igual que en su ópera prima, los dos realizadores nos muestran a una persona que disfruta con la celebridad superficial que apenas disfraza la tristeza de su existencia.
Por otra parte, a través de las imágenes cenitales que nos señalan la posición de cada uno de los participantes en una particular versión de verdad o atrevimiento, somos conscientes de hasta qué punto el denominado ciberespacio se ha convertido en una suerte de Gran Hermano en el que los usuarios son constantemente vigilados.
Estos pequeños detalles elevan el interés de un producto de laboratorio dirigido con cierto ritmo y elegancia por dos realizadores que abandonaron demasiado pronto el territorio de la independencia para abrazar el cine de género más comercial y estandarizado.
Crítica de Julio Vallejo Herán.
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