Puntuación:
El director Ridley Scott repite parte de la estructura de la primera entrega en una obra con más gore y menos turbiedad sexual,
Gladiator volvió a poner de moda las películas de romanos cuando todo el mundo daba por muerto el subgénero. El filme aunaba con bastante ingenio momentos de acción, melodrama, intrigas políticas y una historia de venganza. Todo ello aliñado con cierta turbiedad sexual, especialmente a través de la relación incestuosa entre el malvado emperador Cómodo y su hermana Lucilla, además de un espléndido diseño de producción y un reparto de impresión, donde destacaba un carismático Russell Crowe, que encarnaba a un antiguo general de origen hispano que vuelve a Roma como gladiador para vengarse del responsable de la muerte de su esposa, su hijo y su adorado Marco Aurelio, un dirigente que pretendía restaurar la república en el imperio después de su muerte.

Más de veinte años después, Ridley Scott vuelve a dirigir la secuela del que ha sido uno de sus grandes éxitos en la gran pantalla. El guionista David Scarpa, con el que el realizador ya trabajó en Napoleón, toma casi todos los elementos de la primera y los recicla en una segunda parte que aumenta las dosis de acción, espectáculo y gore, aunque reduce algo las de melodrama y elimina elementos sexuales. El resultado es un perfecto producto de entretenimiento para esta segunda década del siglo XXI que, sin embargo, no alcanza la altura de su predecesora.
Ambientado en los oscuros tiempos de los terribles Caracalla y Geta, el largometraje sigue los pasos del hijo de Lucilla, ahora ya un hombre, que tuvo que huir de Roma cuando era un niño para salvaguardar su vida. Tiempo después, ya como adulto, vive con una mujer a la que ama en una ciudad fuera del imperio. No obstante, el ejército romano ataca el lugar donde reside, matando a su amada. Será entonces cuando se convierta en esclavo y sea comprado por un tratante de gladiadores para que luche en el Coliseo. Desde ese momento, jurará acabar con la vida del hombre responsable del asesinato de la que fue su pareja, mientras se reencuentra con su pasado.

Scott ofrece una obra visualmente espectacular que pretende captar al público joven a la vez que mantener a los fans más adultos de la primera parte. Hay un esfuerzo por lograr la atención del espectador en cada momento, a través de secuencias de acción más o menos increíbles y del suspense, presente en las trama relativa a las luchas por el poder. Quizá se pierde ese tono más sentimental de la primera parte, aunque quede una pequeña porción en el personaje de Lucilla, una mujer madura que ve la posibilidad de reencontrarse con su hijo. Connie Nielsen vuelve a encarnarla de manera soberbia, aunque en esta ocasión se trate de una persona más frágil que la que fue en su juventud.
Como suele ocurrir en tantas películas comerciales, Gladiator II funciona un tanto por acumulación más que por una progresión narrativa. No obstante, la película ofrece lo que promete: un perfecto pasatiempo en el que sus más de dos horas se ven sin esfuerzo. Siempre, eso sí, que se ignoren sus múltiples licencias históricas, que van desde la aparición de un periódico a la presencia de tiburones en el Coliseo.

Un exquisito acabado técnico y un acertado reparto ayudan a llevar a esta secuela a buen puerto. Además de Connie Nielsen, destaca la clase de Pedro Pascal, que imprime nobleza a su general romano harto de luchar y de la decadencia de Roma, y un sobresaliente Denzel Washington, divertido como ese malvado tratante de gladiadores que quiere escalar en la política. Por su parte, Paul Mescal realiza una convincente interpretación del luchador protagonista, aunque le falta el carisma que emanaba Russell Crowe en la cinta previa.