Puntuación:
El exceso de metraje y ciertas reiteraciones lastran un tanto este interesante trabajo que ha sido elegido para representar a Austria en los premios Óscar.
La pareja de directores austriacos formada por Severin Fiala y Veronika Franz se han convertido en dos de los cineastas más interesantes del continente europeo. Buenas noches, mamá y La cabaña siniestra han demostrado su talento para crear atmósferas malsanas donde se retrata a mujeres atrapadas por alguna razón y se describe su relación con la infancia. Algo hay en El baño del diablo que la vincula con dos cintas de terror anteriores, aunque aquí estemos hablando de un drama sombrío y realista, que sorprendentemente ha sido el ganador del premio a la Mejor Película en el Festival de Sitges 2024.

Ambos realizadores, también autores del guion, nos trasladan a una zona rural de Austria en el siglo XVIII. Allí encontramos a Agnes, una mujer sensible y muy creyente, que se acaba de casar. Sin embargo, la dura vida en el campo con su esposo y su temible suegra irán poco a poco minando su salud mental hasta hacerla pensar en el suicidio. Sin embargo, debido a sus profundas creencias cristianas, pensará en otra opción terrible para morir, auque ganándose el perdón de Dios: matar a un niño para ser ejecutada por el crimen, pero obteniendo la gracia divina.
Como ya es habitual en Fiala y Franz, crean un ambiente malsano que rodea a la confundida protagonista. Gracias a la maravillosa fotografía de Martin Gschlacht, conciben un entorno que, a la vez, mezcla una sublime belleza con una terrible oscuridad, presente especialmente en la humilde casa donde residen la protagonista y su marido. Se entiende la fascinación por la naturaleza de la protagonista que choca con las condiciones que le impone una sociedad que no entiende su particular forma de ser y que cree ver al diablo en cada esquina. A ello se suma el tratamiento casi vejatorio de su madre política y el poco conocimiento sobre la práctica sexual de su pareja, que impedirá que la joven tenga un ansiado hijo.

Los directores crean un ambiente de pesadilla en la que el espectador se hace participe del profundo malestar que invade a una mujer que ve en el asesinato de un inocente la salida a una vida insoportable. Gran parte del merito reside en la prodigiosa dirección de actores que encabeza una maravillosa Anja Plaschg, que imprime sensibilidad y fragilidad al personaje principal.
Quizá, como en tantas obras contemporáneas, sobre metraje y la película caiga en numerosas ocasiones en la reiteración, pero ello no impide que nos encontremos ante un título por encima de la media de lo que solemos estar acostumbrados.
