Hacía tiempo que no disfrutaba de un peliculón de este género, bien narrado, bien dirigido, con un guión consistente y un elenco de actores ( ver a Robert Duvall otra vez en acción siempre es un lujo), con un Joaquín Phoenix en un estado de gracia envidiable y un Mark Whalberg que día a día demuestra que es algo más que un actor de películas de acción, aunque a mi me sigue sin convencer.
La trama del hermano bueno y el malo suena a usada, la novedad radica en el giro de los acontecimientos y en el punto de vista duro y conciso que el director impone al desarrollo, añadiendo un punto de credibilidad que por desgracia en el género no es habitual.
La acción, exceptuando el tramo final, extrañamente torpe, dudo si intencionado, cumple su papel y cometido, sin excesos ni defectos, sin engaños y eso el espectador lo sabe agradecer. La cinta no queda lejos de ser recordada, con algunos momentos geniales donde la interpretación de Joaquín roza la perfección y engrandece los clichés del género, que los hay.
Esto añade tensión narrativa y como espectador te mantiene pegado al sillón sin pestañear. Tiene los ingrdientes necesarios, acción, entretenimiento, amor sin entrar en chorradas, dureza, drogas, música, sangre sin excesos, malos muy malos, buenos muy buenos y malos que se vuelven buenos dejando el mensaje de que ante ciertos problemas no se puede mirar para otro lado porque un día el problema puede ser tuyo.
Gran película, de un gran director que seguro nos va a dar muchas alegrías y sino al tiempo. Para los que echaban de menos una cinta policiaca de calidad, imprescindible y para todos los demás muy recomendada.
7 sobre 10.
Rafael Calderón Luna.