Charles Dickens creó con ‘Grandes Esperanzas’, alternativamente, una excelente novela de crecimiento (es decir, la típica historia del niño que se hace joven y finalmente adulto, aprendiendo algunas cosillas de la vida por el camino) adaptada a su sensibilidad victoriana y a su temática de clases inglesa, y, por otro lado, a un personaje inolvidable como es el del protagonista, Pip (rodeado, como es típico en el autor, de un elenco de secundarios no menos reconocibles, ya sea para bien o para mal).
La novela (y la película que nos ocupa, ya que la adaptación es quizás demasiado fiel) narra esencialmente el viaje de Pip desde el ambiente de pobreza costera en el que nace hasta la alta sociedad inglesa y sus estrictas normas, gracias a una misteriosa herencia recibida.
El sendero del espectáculo de aventuras para toda la familia que el británico Mike Newell ha venido transitando durante los últimos años pesa demasiado en esta diecisieteava (?) adaptación de la novela de madurez de Charles Dickens. Efectivamente, ya en su ‘Harry Potter y el Cáliz de Fuego’ apostó más por la pirotecnia y la ligereza argumental de lo que cualquiera de las entregas anteriores había hecho (recuperando de paso ese toque clásico y british que alguien como Alfonso Cuarón podía haber rebajado), y confirmó este trasvase hacia el blockbuster en la por momentos risible ‘Prince of Persia’, adaptación esta vez de un videojuego que perdió todo el interés y originalidad de la obra original, centrada como estaba en los bíceps de Jake Gillenhall o en el absurdo maquillaje de Ben Kingsley.
Quizás sea por esto que la adaptación de la novela es tratada más como la de un best-seller contemporáneo, al que buscarle los puntos fuertes que se puedan decorar para atraer más gente a las salas, a la vez que se omiten los pasajes un poco más “contemplativos”. El arte de la descripción y la sátira, para el que tan dotado estaba Dickens, se diluye para presentar una simple concatenación narrativa de hechos (con innecesarios flashbacks incluidos), eso sí, con una dirección de arte y fotografía verdaderamente conseguidas: los paisajes costeros ingleses, las condiciones de vida deplorables de las clases humildes, las recargadas viviendas de opresivo ambiente, los opulentos clubes de juventud de las clases más altas y el sucio bullicio del Londres victoriano aparecen representados de manera minuciosa y cuidada.
Sin embargo, y quizás para no perderle en ningún momento el respeto al que probablemente sea el novelista inglés más importante del siglo XIX, ‘Grandes Esperanzas’ peca de un clasicismo conservador que en ocasiones hace que rocemos el aburrimiento, preguntándonos si de verdad tiene algún interés una relectura de una novela si no se va a incluir absolutamente ningún elemento innovador. Como se suele decir, es en el plagio (en la utilización de ideas no originales, vamos) donde uno verdaderamente demuestra sus dotes autorales y su originalidad, al poder invertir la obra original. En este caso, Newell ha decidido facturar una película adecuada, y punto.
Jeremy Irvine, al cual pudimos ver en el ‘War Horse’ de Spielberg, interpreta al protagonista con intención pero sin alma, mostrando un amplio rango de expresiones de dolor y fastidio pero sin conseguir que empaticemos de verdad con el joven Pip, componiendo una actuación en su conjunto olvidable. Holliday Grainger, atascada en el papel de “dama de la nobleza en drama de época” (ya la vimos en Jane Eyre, en ‘Bel Ami’, hará su pequeño papel en ‘Anna Karenina’…), interpreta a la fría Estella de manera etérea aunque en ocasiones intensa, haciendo que sus apariciones en pantalla se agradezcan mucho más que los devaneos del protagonista.
Helena Bonham Carter, al parecer ya desterrada completamente de tener la oportunidad de interpretar un personaje no histriónico, no lo hace mal pero se convierte en un déjà-vu andante. En su vestimenta, maneras y forma de hablar hay más Tim Burton que otra cosa, y cuando se queda mirando al vacío (cosa que hace demasiado) uno espera ver aparecer a un igualmente histriónico Johnny Deep. Ralph Fiennes, aunque interpreta a su ambiguo Magwitch tan bien como uno esperaría de un actor de su talla, en algunos momentos parece tan desorientado que uno no se pregunta si no está en el asunto sólo para darle algo más de prestigio a la cinta.
Por su parte, Robbie Coltrane interpreta al poderoso y pragmático Mr. Jaggers como a cualquier otro avaro dickensiano, proporcionando momentos de cinismo y de humor. No parece casualidad, en cualquier caso, que estos tres actores hagan acto de presencia en los filmes de la saga potteriana, como representantes de este nuevo Blockbuster inglés con alma estadounidense al que hemos venido haciendo referencia.
‘Grandes esperanzas’ es, pues, un calco, en ocasiones evocativo pero la mayor parte del tiempo tópico, de la novela en la que se basa. Actuando como una especie de all-star film del cine inglés más comercial y poco arriesgado, es simplemente un eslabón más en la larga cadena de adaptaciones dickensianas, sin mucho interés más allá de querer demostrar una vez más lo buenos que son los ingleses a la hora de reconstruir la época victoriana y situar melodramas en ella. Aunque en esta ocasión ni siquiera podamos decir que el esfuerzo haya sido sobresaliente.
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