Se insinúa la silueta de una gran mansión entre la niebla. Lo único que se percibe con claridad es la luz verde de un faro que hay en el muelle de la mansión, y se escucha la voz de Nick Carraway:
«Mi padre me dio un consejo, que desde siempre me ha dado vueltas a la cabeza, cada vez que te sientas inclinado a criticar a alguien, ten presente que no todo el mundo ha tenido tus ventajas».
Nick va a contarnos una historia, unos hechos que le pesan como una terrible losa. La historia del único hombre por el que ha llegado a sentir auténtica amistad y aprecio. Pero el relato sobre el misterioso Jay Gatsby es algo más que una sucesión de fiestas y glamour, ya que nos encontramos en una época de mucha hipocresía y donde hay una gran brecha social, en la que los ricos son muy ricos, y los pobres solo rezan para poder comer al día siguiente.
En «El Gran Gatsby» Nick (Tobey McGuire) es un joven que soñaba con ser escritor, pero debido a que esa forma de vida es muy precaria, decide convertirse en corredor de bolsa. Se muda a una urbanización de lujo en la zona de West Egg cercana a Nueva York, a una casa muy modesta al lado de un impresionante castillo en el que vive un hombre del que solo ha escuchado su nombre: Gatsby. Pues todo lo que rodea a tan extraño personaje es un misterio.
Un día recibe una llamada de su prima Daisy Buchannan( Carey Mulligan) y se acerca a hacerla una visita. Allí se reencuentra con un antiguo compañero de universidad, Tom Buchannan, uno de los hombres más ricos de Nueva York. De nuevo escucha a una amiga de Daisy, Jordan Baker, mencionar al tal Gatsby y sus impresionantes fiestas. Nick cada vez está más intrigado, y pronto su vida cambia, al recibir una invitación para asistir a la próxima fiesta del Gran Gatsby, interpretado por el genial Leonardo DiCaprio.
Antes de ir a ver la adaptación de Baz Lhurman, leí el original de Francis Scott Fitzgerald para tener una idea de lo que me podría encontrar. Desde luego no han faltado los puristas y agoreros que han lanzado pestes contra la cinta, diciendo que el escritor se levantaría de la tumba si viese la bazofia filmada por el director australiano. Tengo que decir que no pueden estar más equivocados al respecto, y además, dudo que en muchos de los casos, hayan leído el libro.
Porque lo cierto es que Lhurman no se ha molestado en escribir un guión adaptado, sencillamente ha traducido las páginas al lenguaje audiovisual, con los mismos diálogos incluso. Si acaso se ha tomado una pequeña licencia dramática que no revelaré para no destrozar la película a aquellos que quieran verla, pero por el resto, el libro está perfectamente reflejado.
Y por supuesto en «El Gran Gatsby», no se debe cometer lo que es, bajo mi punto de vista, un terrible error y es el comparar demasiado esta película con «Moulin Rouge». Se puede encontrar un símil en cuanto a la puesta en escena, pero en nada más.
Lhurman despliega de nuevo su gran talento a nivel técnico, en las escenas de las fiestas y en los diferentes planos. Hay uno especialmente memorable en el que vemos a Gatsby en el muelle de su mansión mirando la luz verde del faro, alzando la mano para intentar tocarla, lo que es sin duda una preciosa metáfora del mayor deseo de Gatsby: lograr el amor de Daisy Buchannan.
Por otro lado quiero destacar la que es, a mi juicio, la mejor escena no solo de la película sino también del libro, en la que vemos perfectamente resumida la esencia de lo que nos quiere contar. En ella, Nick se aleja del castillo de Gatbsy hacia su hogar y se dirige a su amigo:
«¡Son una asquerosa gentuza! Tú eres mejor que todos ellos».
Ya que la historia nos refleja la hipocresía que caracterizaba a los adinerados, quienes iban con una máscara de superioridad moral, ocultando su bajeza y maldad, mientras que Gatsby es el ejemplo de todo lo contrario, de alguien con dinero pero que es un verdadero caballero, que no juzga a nadie tal y como nos dice Nick al comienzo de este cuento, porque la atmósfera que le otorga Lhurman a la película es la de un cuento de hadas repleto de oscuridad y de una opulencia que oculta terribles miserias.
El resultado final es el de una película excelente y recuerden, todo el mundo puede pasar a la fiesta del Gran Gatsby, no se necesita invitación.
Una Crítica de cine de Ramiro González.
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