He tenido la oportunidad de ver 15 años y un día en formato doméstico, ya que cuando se estrenó no fui a verla.
Lo cierto es que este año he formado parte de esa gran parte del público que no ha ido a ver cine español, salvo en contadas excepciones.
En un principio, 15 años y un día llamaba mi atención teniendo en cuenta quienes eran los actores y la directora, pues Gracia Querejeta me gustó cuando nos contó aquella historia de 7 mesas de billar francés, teniendo también a Maribel Verdú de protagonista.
No voy a entrar en las cuestiones políticas que inevitablemente envuelven al cine patrio, lo cual es una desgracia para ellos, porque hay mucho público que ni siquiera ve las películas en su casa. A lo mejor es que me estoy volviendo buena persona con el paso del tiempo, pero si tengo ocasiones como esta las aprovecho, más que nada para luego comentarla. Aunque también interviene el factor de que dicha película tenga una historia que pueda resultar interesante porque tampoco es adecuado perder el tiempo con diversas chorradas.
La idea que subyace en 15 años y un día siempre me ha interesado: la adolescencia. Creo que es una etapa de la vida que da para contar muchas historias. Ojalá el adolescente que nos encontrásemos en las películas fuese un chico/a estudioso con intereses diversos y ganas de mejorar y ser algo en la vida. Pero normalmente, se prefiere explotar el estereotipo, eso que tan bien funciona no solo en el Cine sino en la Publicidad.
Voy a dar una mala noticia que seguramente muchos no sabrán, pero todos aquellos que se quejan del uso excesivo de los estereotipos, quizás no sepan que ellos mismos los han inventado. Sí, toda la sociedad, el conjunto de la población, es la inventora de los mismos.
Es decir en una película, cuando nos encontramos con una mujer estilo Megan Fox y pecamos de pensamientos impuros y de fantasías deshinibidas, es sencillamente porque tenemos establecido que ese es el modelo de mujer ideal, y que las gordas o rellenitas son todo lo contrario. Cuando pensamos que los chicos o chicas que llevan gafas son frikis, es porque nosotros lo hemos establecido así. Cuando pensamos que los jóvenes estudiosos, que se esfuerzan en tener conocimientos y pensar son raros, es porque nos han educado para que pensemos así.
Esa es la magia de los estereotipos, y es lo que posibilita que aun a día de hoy se hagan películas como 15 años y un día. Me decepciona que una directora como Gracia Querejeta caiga en ese burdo estereotipo y no sea capaz de contarnos una historia de esfuerzo y superación como debería haber sido 15 años y un día, porque el protagonista, Jon, un chaval de 15 años responde a esa imagen general que toda la sociedad tiene sobre los adolescentes: niñatos a los que todo les importa un carajo.
Hay honrosas excepciones, hay muchos chicos de esa edad que piensan en algo más que en hacerse pajas. Pero es más cómodo plantear lo mismo de siempre. Pobrecitos ellos que son unos incomprendidos.
En 15 años y un día Maribel Verdú no está lejos tampoco del estereotipo, pues hace de madre soltera incapaz de controlar a su propio hijo, y claro, la abuela no ayuda mucho porque le justifica debido a que está en la edad de hacer el idiota. Creo que una cosa es poner pegamento en una silla para que el profesor se quede pegado, y otra cosa es llegar y matar al perro del vecino, como hace Jon, bajo el supuesto de que el perro molestaba a su madre.
La solución milagrosa que se le ocurre a la temerosa madre es mandar al chaval con su abuelo Max, un impresionante Tito Valverde. Cuando se presenta al personaje, mis esperanzas comenzaron a renovarse, pues pensé que íbamos a asistir a una historia de inspiración en la que un chaval encontraría por fin una luz con la que guiarse entre la oscuridad.
Lo cierto es que al final de 15 años y un día vemos un cambio, un happy ending cursi sin sentido y además injusto y que refleja una tendencia social a justificar al delincuente y culpar a la víctima. Jon por supuesto responde al modelo del niñato adolescente, y como tal, es un ignorante incapaz de aprobar una asignatura, por lo que Max le pone un profesor particular, al joven Toni que es de la edad de su nieto.
Resulta que Toni es el paradigma de la nueva ideología con la que sibilinamente nos intentan adoctrinar: que los heterosexuales son burros, cafres, idiotas y que solo piensan en el fútbol, mientras que los chavales homosexuales son amables, encantadores, cultos y bueno, es el chico que todas las niñas querrían presentar a sus padres. Jon, como buen zoquete, provoca que Toni no quiera volver a darle clases. Max se mosquea y prohíbe a su nieto participar en un torneo de fútbol al que asistirán los amigos de Jon, quienes no son precisamente modelos ejemplares a seguir. Jon, en un acto de valentía, culpa a Toni de no poder darle patadas al baloncito, a lo que sus amigos deciden ir a buscar al culpable de tamaña desgracia y darle una paliza.
Es entonces cuando Jon experimenta una epifanía y defiende al chico. Toni entonces se defiende de la paliza, clavando una navaja al agresor. Dicha parte de la historia queda mal concluida y da a entender que Toni se va a comer un importante marrón aun teniendo la defensa propia de base.
Realmente…¿Qué han pretendido contarnos con 15 años y un día? Al final lo único que sacas en claro es que Max es un hombre honesto en un mundo que está lleno de mierda. Y que los adolescentes conflictivos son unos pobrecitos incomprendidos y además, son la inmensa mayoría. ¿Hay cafres? Desde luego, pero este tipo de películas no hacen ningún favor, más bien siembran la duda y la falta de confianza en las nuevas generaciones. Esta es una película que podría haber sido mucho más, y al final se ha quedado en nada.