Es magistral la forma en que Favreau critica, alaba o contextualiza una red social. Lo contempla como un Tribunal, el cual está en manos de todos…
Chef, la última película dirigida por el actor, director y guionista Jon Favreau , nos muestra la historia de un chef -en cuyos primeros años de trabajo despuntaba para ser el mejor- que ante la sazón de su jefe termina por perder la ilusión en lo que hace. Ante esto, se decide a montar una furgoneta de comida rápida. Esto será, sin duda, su viaje más trascendental.
Así, Favreau nos embarca en Chef en un gratificante viaje de conocimiento personal, donde ordenará su vida, sus preferencias, sus pasiones y sus obligaciones. En una primera instancia, hemos de destacar la grandilocuencia del reparto que, aún sin ser parte óptima del trabajo, le dan a la historia ese aire de picardía y complicidad.
Y es que, el filme está protagonizado por el propio Jon Favreau, Sofía Vergara, Scarlett Johansson, Dustin Hoffman, Oliver Platt o Robert Downey Jr., entre otros. Lo que se conoce como una macedonia de rostros conocidos; algo que, en el caso de que la película no vaya bien, te puede sacar las castañas del fuego.
De este modo, la película tiene un doble fondo. De un lado, la situación personal de Favreau con su hijo. Ese esfuerzo por recuperar el amor de tu único hijo pero que nunca ves recompensado, hasta que te das cuenta, bajo la melodía de una canción esperanzadora, de que es lo que tienes que hacer. Mientras que del otro lado, el hecho de recuperar la alegría en el trabajo y en hacer lo que a uno le apasiona; en este caso la cocina. Además, todo esto es acompañado de una premisa contemporánea que es habitual en la vida de casi todos; las redes sociales, más exactamente Twitter.
Es magistral la forma en que Favreau critica, alaba o contextualiza una red social. Lo contempla como un Tribunal, el cual está en manos de todos, y que tiene el poder, a golpe de teclado, de catapultarte al éxito o hundirte en el más oscuro pozo de miseria, repudio y autodestrucción.
Por tanto, estamos frente a una película agradable para ver en familia. Tranquila, placentera y alegre. De hecho, es ahí, en la búsqueda de ese punto de confort de Favreau donde el filme «se va al traste». Y lo pongo entrecomillado porque no hace que la película sea un fraude, para nada, pero si es un eslavón perdido en la cadena de montaje. Le falta esa energía que sólo los giros de guión o los estados de agitación pueden aportar a un proyecto de dicha categoría.