Quizás esa sea la pregunta que se hagan miles de cinéfilos amantes de Disney y del clásico Cenicienta. Mi consejo, «no preguntes y disfruta del cuento».
Crítica de Cenicienta.
El clásico animado de Disney se presenta en una versión casi idéntica pero con imagen real, una delicia de efectos especiales que esconden una versión quizás demasiado edulcorada, pero acaso importa cuando nos seduce la magia del cine.
La historia de Cenicienta cuenta la existencia idílica de la joven Ella (Lily James) cuyo querido padre, un gran comerciante de éxito, vuelve a casarse tras el fallecimiento repentino de su madre. Ella quiere satisfacer a su padre y acoge con cariño y bondad a su nueva y malvada madrastra (Cate Blanchett) y a sus dos repelentes hijas Anastasia (Holliday Grainger) y Drisella (Sophie McShera) en la casa familiar.
Pero la desgracia se vuelve a cebar con Ella cuando su padre muere inesperadamente y la joven protagonista se encuentra a merced y al antojo de una nueva familia muy cruel. Ella se convierte en una sirvienta manchada de ceniza, por lo que le terminan poniendo el nombre de Cenicienta. Pero Ella no pierde la esperanza y pese a la crueldad con la que la tratan su madrastra y sus caprichosas nuevas hermanas, está dispuesta a cumplir la promesa que le hizo a su madre «ser valiente y amable».
Cenicienta interpreta la esencia del cuento de la manera más directa, sin adentrarse en complicados guiones, ni sugerentes o engañosas tramas. La película se adapta a las nuevas generaciones de la manera más sencilla, sin ningún tipo de rubor, para terminar encandilando a los niños y niñas de edades comprendidas entre los 7 y 12 años.
Quizás para un público más adulto su exceso de almíbar suponga una sobredosis difícil de asimilar, pero el mensaje es tan apropiado, sus temas tan universales que a poco que le des una oportunidad la experiencia resulta de lo más gratificante.
Además Cenicienta es un lujo visual con el que nuestras hijas se quedarán con la boca abierta.