5 personajes, 5 vidas, 5 historias tan distintas, tan parecidas, unidas por la fatalidad de los acontecimientos, de los avatares de la vida y del destino.
Cuando un director incide reiteradamente en temas sociales, es cuando uno se da cuenta que esa persona está queriendo retratar el mundo a través de su visión y su perspectiva, dejando así al espectador un debate abierto después del visionado de su trabajo.
En Regreso a Ítaca Laurent Cantet nos ha plasmado la emigración con gran naturalidad y sensibilidad con sus pros y sus contras, regalándonos un relato intimista que hoy en día es tan de actualidad que quizás a nadie le sorprenda, pero si le puede sobrecoger.
Cantet se ha unido al escritor cubano Leonardo Padura para hacer un guión de la novela La historias de mi vida del propio escritor. Ambos han combinado esa ficción escrita con la realidad y con las metáforas que Cavafis escribiera en su poema Viaje a Ítaca donde nos recuerda que lo importante es el camino y lo que aprendemos mientras lo recorremos, y aquí en la película se plasma a la perfección.
La Habana se convierte por unas horas en la Ítaca de Amadeo, pues regresa a su país tras un exilio de 16 años en España. Allí en esa azotea que tiene vistas al malecón, será el punto de encuentro con sus amigos de juventud, con ellos cuatro reirá, recordará, hablará y hasta discutirá sobre el futuro, presente y pasado de la sociedad cubana. Todas esas horas serán ambientadas por músicas míticas para ellos que les hablaban de libertad y que no son otras que canciones de Joan Manuel Serrat, Fórmula V, The Mamas & the Papas, The Rolling Stones y The Beatles, algunos de ellos prohibidos en sus días en su país. Toda una velada donde los sueños saldrán a la luz al igual que muchas verdades contenidas en sus corazones, pero la amistad siempre estará presente.
Aunque aquí ambos guionistas nos plasman la Cuba actual, pasada e incluso la futura o la que se imaginan los cinco protagonistas, con todos sus sin sabores se puede extrapolar a cualquier nacionalidad, buscando la intimidad del patriotismo no como nación si no como arraigo personal y vital, donde la política ata y desata al mismo tiempo, uniendo y enviando al exilio a muchos para poder sobrevivir, y lo han hecho con sutilidad sin rozar demasiado el dramatismo, solo incidiendo en algunos detalles profundos y reflexivos necesarios en este tipo de películas.
El film es mucho más intenso que todos aquellos que nos muestran reuniones de amigos donde los trapos sucios siempre salen a relucir, aquí la intensidad emocional siempre está a flor de piel, por la fatalidad de la vida y sobre todo por la fidelidad algo que finalmente se verá como algo fundamental para cada uno de ellos, aunque por momentos se hayan desecho de ese sentimiento para vivir el momento.
Regreso a Ítaca es directo, inteligente en contenido y continente, dejando un sabor dulce de la amistad y tolerancia, la benevolencia de la vida y la transigencia de las personas. Una búsqueda del interior de uno mismo y de los valores en la sociedad, cueste lo que cueste. El guión no cuestiona nada, solo pone a exposición muchos detalles que hay que meditar con detalle tal y como hace la cámara. Cada plano, cada canción tiene un significado una identidad propia que se fusiona con el texto a la perfección.
Lo bueno de la película es que te va desvelando pinceladas de las vidas de los personajes con la lentitud necesaria para asimilarla, para encajar cada golpe de efecto y llevarlo al momento adecuado. Pues las historias se agolpan, se rememoran por momentos sin fechas y sin orden, con la naturalidad de los recuerdos, y eso es algo que hace mucho más tangible y real la película, que nada esté medido ni calculado, parece que esa reunión de amigos hubiera surgido espontáneamente y las reacciones sean reflejo del entusiasmo a la par que lo son de la reminiscencia que siempre se evoca en la vida.
5 personajes, 5 vidas, 5 historias tan distintas, tan parecidas, unidas por la fatalidad de los acontecimientos, de los avatares de la vida y del destino. La amistad como telón de fondo, y los secretos ese arma arrojadiza que se desvela plano a plano en la lentitud necesaria para que el espectador esté expectante al desarrollo de un guión que se deshoja con la sencillez y naturalidad de la vida.