miércoles , octubre 16 2024

Crítica de Amar Beber y Cantar. Homenaje desde el cine al teatro

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Crítica de Amar, Beber y Cantar

Un drama con toques de comedia de enredo donde el director y guionista han resaltado tanto en texto como en escenario el teatro por encima de todo…

Resnais maneja a la perfección esa fusión de ironía y drama sin el tremendismo de la realidad, y con toques de comedia.

Alain Resnais ha dejado un gran legado con toda su filmografía y ahora nos llega su última propuesta, Amar beber y cantar, que data del 2014, recibiendo ese año el Premio Fipresci y el Premio Alfred Bauer en el Festival de Berlín.

El film es la adaptación cinematográfica de la obra teatral Life of Riley de Alan Ayckbourn, no es la primera vez que lleva a la gran pantalla trabajos de Ayckbourn, ya lo hizo con Smoking/ No Smoking y Pasiones privadas en lugares públicos.

Crítica de Amar beber y cantar

Tres parejas se entrelazan en su vida por los vínculos afectivos con George Riley, sobre todo cuando uno de ellos le tiene que dar un diagnóstico médico y su mujer se entera, y no pierde el tiempo en contárselo a los demás. Ahora la campiña inglesa de Yorkshire donde viven se verá alterada por este acontecimiento y porque todos quieren que George esté animado y se vuelcan con él. Poco a poco en el tiempo y la convivencia de todos salen a relucir los pasados de unos y de otros, que muchos no conocen, pero donde George siempre tiene algo que ver. Todo además aderezado por una obra teatral interpretada por todos en armonía que hará que se unan más, y que los sentimientos se agudicen.

Un drama con toques de comedia de enredo donde el director y guionista han resaltado tanto en texto como en escenario el teatro por encima de todo, por momentos parece incluso un homenaje desde el cine al teatro, a la interpretación en sí, pues no sabes muy bien hasta que avanzan los minutos si lo que estás viendo es la propia película en sí, o la extensión de los ensayos de la obra teatral de fondo que hay en el film. Hay una mezcla embaucadora que te hace estar atento a los diálogos y a los decorados, que tanto llaman la atención.

Los actores parecen estar encima de un escenario en todo momento, por momentos pasamos a tenerlos en declaraciones directas a cámaras como si estuvieran hablando con el público, cuando en realidad están contestando a una pregunta en concreto, esto no es nuevo si no que en últimas películas francesas parece que es algo habitual sacar de contexto escénico al interlocutor y ponerle un fondo diferente para remarcar sus palabras, enfatizando más esos planos fijos de los protagonistas con sus declaraciones cargados de sentimientos y verdad.

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Alain Resnais no deja nada al azar, nada es obvio ni superfluo, el que haya utilizado un tono de enredo en la cinta le hace incluso más incisivo para diseccionar a sus personajes y profundizar en sus carencias, en la necesidad de hablar y expresar lo que tienen retenido en su interior, tienen que verse contra las cuerdas para sacar a flote sus verdaderas emociones, vamos como la vida real.

El guión hace llevar a los protagonistas a los límites de sus inquietudes, a contradecirse por no querer reconocer la realidad y ahí es donde Resnais maneja a la perfección esa fusión de ironía y drama sin el tremendismo de la realidad, con toques de comedia que tan bien sabe utilizar, aunque por momentos no le hubiera venido mal un poquito más de ritmo.

Soberbia la forma de utilizar la cámara y la fusión de realidad y dibujos para cambiar de personajes, de ubicación con esas carreteras con campiña verde y esas casas pintadas que “voilá” se convierten en un escenario con sus cortinas para dar más ambientación.

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