Crítica de Tenemos que hablar
Uno de los principales problemas del filme recae en la escasa vis cómica de Michelle Jenner y, especialmente, de Hugo Silva, al que le viene demasiado grande el papel.
El realizador y San José idean una trama romántica que tiene como trasfondo la crisis económica que ha sufrido España durante los últimos años.
Las comedias españolas más comerciales se asemejan cada vez más a episodios de televisión alargados. 8 apellidos vascos, 8 apellidos catalanes o Perdiendo el norte, por citar tres casos de inmenso éxito, son el ejemplo de este tipo de producciones que parecen más sitcoms catódicas proyectadas en pantalla grande que verdaderas cintas creadas para el cine. El costumbrismo más obvio y la acumulación de gags junto a una puesta en escena deslucida parecen las claves de un tipo de largometrajes que se han ganado el favor del público nacional.
Tenemos que hablar se circunscribe a esta manera de entender el humor. Al fin y al cabo, uno de sus guionistas, Diego San José, es coautor del libreto del binomio de comedias dirigidas por Emilio Martínez Lázaro y protagonizadas por Dani Rovira y Clara Lago. Por su parte, el cineasta David Serrano ha cultivado un tipo de comedia costumbrista que dio buenos frutos en su ópera prima, Días de fútbol, pero no tanto en uno de sus últimos trabajos, la muy floja Una hora menos en Canarias.
En Tenemos que hablar, el realizador y San José idean una trama romántica que tiene como trasfondo la crisis económica que ha sufrido España durante los últimos años. El dúo nos cuenta la historia de un empleado de banca que se empeñó en convencer a suegros de las bondades de aquello que produjo la debacle del país, como la compra de pisos, las acciones preferentes o la estafa de Fórum Filatélico. Todo ello provocará la separación de su esposa, la ruina de sus padres y la suya propia. El deseo de su ex pareja de contraer de nuevo nupcias propiciará una llamada telefónica donde ella pronunciará la famosa frase que da título a la película. A partir de ahí, se sucederán una serie de enredos propios del vodevil.
Uno de los principales problemas del filme recae en la escasa vis cómica de Michelle Jenner y, especialmente, de Hugo Silva, al que le viene demasiado grande el papel de desempleado y ex trabajador de una entidad financiera caído en desgracia. Tampoco la química entre ellos acaba de resultar convincente y, cuando el peso del filme reposa casi por completo sobre sus hombros, la película se desmorona sin remedio. Por otro lado, la manera de abordar algunas de las causas de la crisis económica resulta obvia y poco consistente. Todo ello aparece adornado con una estética televisiva que no ayuda demasiado a elevar la calidad de tan deslucido y convencional producto.
No obstante, Tenemos que hablar no acaba de naufragar completamente por el buen trabajo de veteranos como Verónica Forqué y Óscar Ladoire; la gracia de Belén Cuesta y un divertido Ernesto Sevilla, que parece salido directamente de los programas que le dieron la fama: La hora chanante y Muchachada nui.
Una peli que no defrauda y con la que te aseguras unas buenas carcajadas. Ernesto Sevilla y Belen Cuesta brillantes. El reencuentro de Michelle y Hugo maravilloso y Verónica Forqué espectacular!