El filme no pasa de ser una repetición de la jugada con algunas pequeñas variaciones.
Los estudios Disney parecen empeñados en producir versiones en imagen real de las historias que inspiraron sus mayores éxitos en el terreno de la animación. En algunas ocasiones, como la reciente traslación a la gran pantalla de El libro de la selva, los resultados son óptimos, pero no siempre se da en la diana en el plano artístico. Este fue el caso de la adaptación perpetrada por Tim Burton de Alicia en el país de la maravillas, reinterpretación del cuento clásico escrito por Lewis Carroll. El autor de Eduardo Manostijeras no pudo igualar el encanto de la película que dirigieron Clyde Geronimi, Hamilton Luske y Wilfred Jackson en 1951 para la compañía del ratón Mickey.
En un primer momento, la cinta parecía un vehículo ideal para el responsable de Bitelchús. Al fin y al cabo, la fantasía era una de las especialidades del cineasta estadounidense. No obstante, el realizador se limitó a oscurecer algo el mundo al que viaja la protagonista. De paso, usó a dos de sus colaboradores más fieles que pasaban también por horas bajas, creativamente hablando: Johnny Depp, que convirtió en grotesco el rol de El sombrerero loco, y Danny Elfman, que entregó una partitura funcional que se alejaba de los mejores trabajos junto al director.
Quizá lo más interesante de esta adaptación fuera que presentaba a una Alicia más mayor e independiente que en otras versiones de la obra de Carroll. El resultado fue una obra deslumbrante en el plano visual, gracias especialmente a los logrados efectos visuales, pero demasiado pausada y aburrida para ser considerado como un entretenimiento perfecto. No obstante, estos defectos no evitaron que el filme fuera un absoluto taquillazo pese al vapuleo de la crítica.
Como era de esperar, Disney ha aprovechado que existe una secuela literaria escrita por el mismo autor de la primera para ofrecernos una continuación, Alicia a través del espejo. Linda Woolverton vuelve a escribir el libreto y repite gran parte del reparto y del equipo técnico de su precedente. Sin embargo, Tim Burton deja la realización en manos de James Bobin, director que ha conocido el éxito gracias a Los Muppets y El tour de los Muppets, para encargarse meramente de la producción.
El filme no pasa de ser una repetición de la jugada con algunas pequeñas variaciones. Aquí se refuerza más si cabe el carácter feminista de la protagonista y parece que se ha optado por unas imágenes más coloridas que su precedente. Por otra parte, la película se centra especialmente en la propia Alicia, El sombrerero loco y La reina roja para dejar en un muy segundo término el resto de los personajes. No obstante, es cierto que se ha potenciado un tanto la acción, aprovechando que ahora Alicia viaja a través del tiempo para ayudar a su amigo, al que vuelve a encarnar un histriónico Johnny Depp. A la vez, la cinta funciona como una mezcla de secuela, al descubrirnos las andanzas de Alicia después de la primera parte, y precuela, al bucear en el origen de los personajes del fantástico mundo.
No obstante, a pesar de los pequeños cambios, el resultado no varía en exceso. Nos encontramos ante una película más aparatosa que divertida. Un largometraje, en definitiva, que apabulla con su despliegue visual, pero no acaba de convencer desde el punto de vista narrativo. Tampoco en el apartado interpretativo brilla especialmente, ni se salva de la crítica. Junto a una correcta Mia Wasikowska, que retoma su rol de Alicia, encontramos a una insoportable Helena Bonham Carter, que da vida de nuevo a la histérica reina malvada, y un desaprovechado Sacha Baron Cohen, en el papel de ese Tiempo que persigue a la protagonista.