El director de Cinema Paradiso no lo ha sabido unir con maestría todas las piezas, solo ha encajado a la perfección la música de Ennio Morricone.
Ella es una joven que es protagonista de escenas de acción de películas y series, él es un profesor de astrofísica. Una relación distante pero cercana, que mantiene en equilibrio la vida de los dos.
Ella no para de recibir mensajes de él, por mail o mensajes de voz, que hacen que se desespere al no poder verle, hasta que un día recibe una noticia que no espera y el abatimiento llega a su vida, sobre todo cuando los mensajes continúan y le hacen revivir una parte de su pasado que no quería presente, pero que hace de cada día un tormento interior.
Muy, muy reiterativa en sus divagaciones, hechos ya plasmados se vuelven a repetir demasiado, reincidiendo en lo expuesto en un guion que naufraga por ello mismo, por no definir desde el principio un género y pauta, por invertir demasiados minutos en una historia que se ve venir, incluso casi la resolución es expuesta demasiado pronto.
Solo al principio el director deja la puerta abierta a otros derroteros, a otra imaginación, al igual que hizo en su anterior película La mejor oferta, que nos mantuvo durante todo el metraje con la intriga y el enigma propio de un thriller, aunque tuviera un trasfondo melodramático.
Aquí en La correspondencia, el drama aunque se ve, se pierde por momentos en esos rumbos y toques informáticos tan enrevesados que tiene el guion.
Además el incidir tanto en las tecnologías, en el azar para unos y para otros el control de la situación, hace que desvirtúe totalmente la parte romántica, todo tan medido, tan calculado que solo deja a la interpretación del espectador, si lo que ve es realidad o producto de una imaginación en la parte inicial, lo que viene después ya está sujeto a lo reiterativo y enmarañado de un amor que se revivirá gracias a una pantalla y unas cartas.
Sin olvidar que lo se esconde detrás de esas palabras de los múltiples mensajes de despedida es una puerta abierta a un futuro reconciliador con el pasado de la protagonista, y eso es el único argumento vivo que funciona al final, pues es una incógnita que uno no se espera.
Quiere introducir la modernidad en una historia clásica y lo echa todo a perder, su contenido no se ve reflejado con su contexto, ni viceversa, está descompensado todo de tal manera, que solo hay un par de escenas con alto sentido dramático que puede llegar al espectador, y que en cierta forma se agradece pues ahí es donde plasma la verdad de la protagonista.
Giuseppe Tornatore ha querido en La Correspondencia montar un puzzle con pocas piezas y además no lo ha sabido unir con maestría, solo le ha encajado a la perfección la música de Ennio Morricone, que en ciertos momentos es lo que da veracidad a las escenas, con la entonación propia del drama, pero ni se reconoce en sí buenas actuaciones, ni tampoco engancha en la trama global lo que quiere exponer mucho más allá de la necesidad de amar por encima de todo.
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