domingo , diciembre 3 2023

Crítica de Ben-Hur (2016). Catecismo con forma de péplum

Aburrida e innecesaria versión de la novela de Lewis Wallace que nunca supera a la realizada por William Wyler en 1959.

Ben-Hur, la historia de un noble judío traicionado por su hermano adoptivo de origen romano en tiempos de Cristo, captó pronto el interés del séptimo arte. La primera adaptación de la novela homónima de Lewis Wallace se encuentra datada en 1907, aunque habría que esperar hasta 1925 para encontrarnos con una versión de envergadura: la dirigida por Fred Niblo y protagonizada por una de las grandes estrellas del cine mudo, Ramón Novarro.

Crítica de Ben-Hur

Sin embargo, a pesar de estas cintas y otras realizadas posteriormente para el vídeo y la televisión, la gran adaptación del popular libro sigue siendo la firmada por William Wyler en 1959. El célebre cineasta consiguió aunar espectacularidad, maestría técnica y una sabia dirección de actores para ofrecer una de las cumbres del cine de Hollywood de la época, ese que pretendía competir con su gran enemigo de entonces: la televisión.

Crítica de Ben-Hur (2016)

Más de cinco décadas después, el cineasta kazajo Timur Bekmambetov se encarga de una nueva adaptación que, a pesar de los avances en los efectos visuales, no supera en calidad al inmortal filme protagonizado por Charlon Heston.

Uno de los principales problemas de esta revisión del siglo XXI de una piadosa novela escrita en 1888 es su intención adoctrinadora. A diferencia del clásico de Wyler, la película está trufada de mensajes religiosos y subraya más si se quiere su carácter de burdo catecismo enseñando una y otra vez el rostro de Jesucristo, un elemento que su modelo se permitía no hacer, dejando a claro que no era un mero panfleto cristiano.

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Por si fuera poco, su ridículo desenlace parece ilustrar de manera vergonzosamente pueril la cita incluida en el capítulo 6 del Evangelio de Lucas: “Y al que te hiriere en la mejilla, dale también la otra”. No es intención de este crítico arremeter contra el mensaje como tal, pero sí de la forma que está servido por unos guionistas escasamente sutiles.

Por otra parte, la película pretende ahondar más si cabe en la relación de amistad entre  Judá Ben-Hur  y Mesala, pero lo hace ralentizando en exceso la narración, a la que cuesta pasar página desde la presentación de personajes hasta el primer y verdadero giro. No ayuda a elevar el nivel de la propuesta la escasamente inspirada labor de Timur Bekmambetov, autor de la horrenda Cazadores de la noche y la bochornosa Abraham Lincoln: cazador de vampiros, que se muestra incapaz de dar algo de brío a las secuencias más dramáticas y acude a un montaje un tanto confuso en los momentos teóricamente más espectaculares.

Como ocurre en tantos blockbusters, la acción se confunde con el barullo y el jaleo. El principal ejemplo lo tenemos en la carrera de cuadrigas, que aquí resulta bastante menos intensa, memorable y épica que en la película de 1959.

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Tampoco el reparto acaba de brillar especialmente. Solamente Toby Kebbell logra destacar inyectando ambigüedad a Mesala, el hermano adoptivo traidor de Judá Ben-Hur. Por su parte, Jack Huston no alcanza en ningún momento el carisma y la intensidad de Charlon Heston, todavía el mejor intérprete que ha dado vida al noble judío que tiene que pasar todo tipo de calamidades para volver a ser libre y recuperar a su familia.

En resumen, Ben-Hur es otro innecesario remake que pone punto y final a un verano de 2016 repleto de insatisfactorias revisiones de clásicos del cine.

Crítica de Julio Vallejo Herán.

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