Puntuación:
La actuación de Matt Smith, en el papel de antagonista del héroe, es lo más destacable de la peor película del Spider-Verse hasta la fecha.
El gran éxito de la trilogía de películas sobre el personaje de Spider-man dirigidas por Jon Watts y protagonizadas por Tom Holland ha animado a Sony Pictures, dueña de los derechos para el cine del trepamuros, a exprimir lo más posible todo lo relacionado con el popular héroe de la editorial Marvel. Así, además de sus aventuras tras el que se esconde Peter Parker, ha decidido prolongar la franquicia con largometrajes protagonizados por sus villanos habituales. El primero fue Venom, con dos cintas tan taquilleras —Venom (Ruben Fleisher, 2018) y Venom: habrá matanza (Andy Serkis, 2021)— como poco estimulantes desde el punto de vista cinematográfico, y ahora es el turno para Morbius, el vampiro viviente que hizo su debut en el número 101 del cómic The Amazing Spider-Man.

El sueco Daniel Espinoza, director de las mediocres El niño 44 y Vida (Life), nos presenta una película de orígenes que se hunde en casi todos los aspectos. La historia es bastante simple: un doctor decide curar la enfermedad que le tiene postrado en una silla de ruedas experimentando con vampiros. Al darse cuenta que su idea tiene visos de ser efectiva, decide probar su particular medicamento en sí mismo, descubriendo que le permite tener poderes supehumanos, aunque a cambio se vea obligado a beber sangre para sobrevivir. El problema llegará cuando su mejor amigo, que también tiene problemas de movilidad, le presione para que lo pruebe con él y, ante su negativa, decide robarle el suero que le ha permitido convertirse en un chupasangres.
El dúo formado por Matt Sazama y Burk Sharpless, responsables de largometrajes tan poco memorables como Drácula, la leyenda jamás contada y Dioses de Egipto, no sabe cómo desarrollar el largometraje una vez que ha planteado el conflicto principal, provocando que vaya a la deriva desde la mitad de la película.

A ello hay que añadir que los personajes principales apenas están desarrollados y, por descontado, tampoco los más secundarios, como el doctor que ejerce de figura casi paternal de los dos protagonistas, al que da vida un esforzado Jared Harris, o la ayudante de Morbius, encarnada por la guapa Adria Arjona. Por otra parte, tampoco Jared Leto logra otorgar carisma al vampiro viviente, limitándose a exhibir cara de constante susto. Solamente Matt Smith consigue dotar de un tono inquietante al antagonista del filme.
Al desbarajuste general se unen unos efectos visuales más propios de un mal videojuego que de una gran producción, un montaje que despista más que aclara la trama y una falta de verdadera tensión que solamente parece suplirse con las habituales y bastante embarulladas secuencias de acción.

Ni siquiera se salvan las dos escenas post-créditos que parecen incongruentes, tanto por lo visto en pantalla como por su encaje dentro del Spider-verse y el universo cinematográfico Marvel.