La cineasta y actriz dirige un filme que bascula entre la solemnidad y la comedia triunfando solamente cuando se acerca al humor.
Jeanne Du Barry fue una cortesana francesa del siglo XVIII que logró escalar socialmente gracias a sus amores con diversos aristócratas y, especialmente, con Luis XV. Su relación con el monarca estuvo llena de polémica porque, lejos de esconderla, el rey presumió de ella. Era una mujer muy formada para la época, gracias a su pasión por la literatura, y parecía tener un don especial para atraer al sexo masculino.
No es extraño, por tanto, que haya generado el interés de cineastas como Ernest Lubitsch, que la retrató en una película muda de 1919, o William Dieterle, en 1934, entre otros. En el siglo XXI ha sido la cineasta francesa Maïwenn la que ha decidido retomar el personaje para su noveno filme.
La realizadora asume el papel principal y la realización del filme para mostrarnos a una fémina adelantada a su tiempo que tuvo que ascender socialmente en una sociedad patriarcal dando placer a los hombres. Su arrojo y valentía le permitió influir en la moda y en el reinado de toda Francia. Sin embargo, su decadencia comenzó cuando falleció el monarca, su mayor valedor.
La versión de Maïwenn se beneficia de su propia interpretación como actriz, que le otorga un carácter descarado y sexy, y de su acierto al retomar esta historia en tiempos del #Metoo. Sin embargo, la labor como realizadora y guionista de la estrella gala resulta más reprochable y justifica en cierta manera el vapuleo que recibió la cinta durante su presentación en el Festival de Cannes de 2023.
Uno de los principales problemas de la película es la falta de un tono más o menos homogéneo. Así el largometraje bascula entre la solemnidad propia de los filmes históricos, reforzada por un narrador omnisciente demasiado serio y el uso excesivo de la banda sonora de Stephen Warbeck, y los momentos de comedia desenfadada y de crítica a la institución monárquica que no acaban de encajar con el resto. A ello hay que añadir la escasa relevancia que tienen el resto de personajes que no son la propia Jeanne Du Barry. En este aspecto cabe destacar la escasa sutilidad con que están perfiladas las hijas del rey, que parecen emular a las hermanastras malas de Cenicienta.
La película se ve aquejada de una irregularidad que alterna momentos más o menos logrados, especialmente los cómicos, con otros poco afortunados, especialmente los soporíferos pasajes dramáticos. A ello hay que añadir la escasa química que existe entre ella y un contenido Johnny Depp, que da vida a Luis XV.
En definitiva, Jeanne du Barry es una obra fallida que, no obstante, logra mantener el interés del espectador gracias al interés de su trama, un buen diseño de producción y el trabajo de algunos miembros del reparto, como la propia Maïwenn o Benjamin Lavernhe, magnífico en la piel del hombre de confianza del monarca.