Puntuación:
Cinta de personaje Marvel que funciona por mera acumulación de secuencias de acción y sazonada con chistes poco ingeniosos.
El universo cinematográfico de Spiderman no ha resultado muy estimulante, más allá de las aventuras protagonizadas por el famoso trepamuros en acción real o animación. Cintas relacionadas con él como las pésimas Morbius o Madame Web han sido verdaderos desastres comerciales. Sin embargo, Venom, un personaje nacido en las páginas del arácnido héroe Marvel, ha tenido un gran éxito comercial en su translación a la gran pantalla, a pesar de ser un producto de usar y tirar.
Gran parte de la responsabilidad de esta cinta es de Kelly Marcel, guionista de la trilogía dedicada al ser extraterrestre que anida en un huesped humano, un reportero llamado Eddie Brock. La receta para sus libretos ha sido una mezcla de humor infantil y larguísimas batallas donde los personajes parecen pasar a un segundo plano. A todo ello hay que añadir algunos inesperados giros a costa del multiverso Marvel.

Marcel se hace cargo de la dirección en esta aparentemente cierre de la franquicia, titulada Venom: el último baile. Como suele ocurrir en este tipo de sagas, no hay verdadera personalidad en aquello que aborda y los verdaderos protagonistas son las secuencias de acción tan aparatosas como poco atractivas. A veces se tiene la impresión de estar en un videojuego más que en una verdadera película.
La cineasta, en su labor como escritora, se pierde en personajes secundarios que tienen escasa o nula relevancia y crea una particular percha, el envío de unos extraños monstruos enviados por un malvado individuo para acabar con los simbiontes, que se limita a justificar las múltiples peleas.

Por su parte, Tom Hardy, visiblemente avejentado desde la anterior película de la saga, da rienda suelta a su histrionismo y su lado más cómico, aunque todo resulte de nuevo bastante pueril. Intérpretes estupendos como Juno Temple, Chiwetel Ejiofor y Stephen Graham poco pueden hacer con unos personajes que son meras muletas para sostener una narración muy esquemática. Solamente Rhys Ifans, como un viejo hippie que se cruza en la vida del protagonista, logra destacar añadiendo su habitual simpatía al caricaturesco papel que le ha tocado.
En definitiva, Venom: El último baile es una película que funciona por acumulación de secuencias de acción y con una fecha de caducidad reducida, que parecerá vieja en cuanto sus efectos visuales sean superados.
