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Más que correcto drama histórico que perfila a una mujer que puede considerarse un lejano antecedente del feminismo.
La vida de Enrique VIII de Inglaterra ha captado la atención del cine a lo largo de su historia. El reinado del monarca británico fue polémico por diversas razones, en especial por separarse del catolicismo romano y sus relaciones tormentosas con sus seis esposas. Ambos asuntos han dado lugar a cintas como La vida privada de Enrique VIII, La reina virgen, Un hombre para la eternidad, Ana de los mil días o Las hermanas Bolena.

La última reina (Firebrand) se centra en la consorte que quizá ha llamado menos la atención del séptimo arte: Catalina Parr, la única de las parejas oficiales del soberano que le consiguió sobrevivir. Basado en la novela homónima de Elizabeth Fremantle, el largometraje del brasileño Karim Aïnouz, firmante de Madame Satà y La vida invisible de Eurídice Gusmão, se centra en esta mujer culta, atenta a la educación de los hijos de las otras esposas de Enrique VIII, que se desarrolló como escritora y era defensora de una visión más libre de la religión, aunque también tuviese que someterse al comportamiento de marido soberbio y conspiranóico que veía amenazas a su poder en cada esquina.
Aïnouz, con el guion firmado por Henrietta y Jessica Ashworth, nos enseña a un antecedente de lo que unos siglos después sería el feminismo, mientras que el monarca queda dibujado como un hombre tóxico propio de una sociedad intolerante y heteropatriarcal, muchos años antes que se acuñara el término. No obstante, La última reina (Firebrand) no es una película de tesis y se centra en mostrarnos el ambiente de conspiraciones que reinaba en palacio, donde muchos confabulaban contra la reina, acusándola de traición, mientras otros se unían a ella, especialmente los familiares de las consortes fallecidas previamente.

Con la ayuda de la pictórica fotografía de Hélène Louvart y un magnífico diseño de producción, el cineasta crea un clima irrespirable donde la protagonista no parece estar segura en ningún momento. Le ayudan en su propósito Alicia Vikander, que añade determinación y fuerza al personaje femenino protagonista, y un acertado Jude Law, como el odioso, rijoso y caprichoso monarca.
En resumen, La última reina (Firebrand) es una más que correcto drama histórico al que quizá le sobran ciertas reiteraciones que alargan en exceso el metraje.
