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El productor Jerry Bruckheimer ofrece uno de sus habituales largometrajes de acción y testosterona tan entretenidos como fáciles de olvidar.
El productor Jerry Bruckheimer ha dejado su huella en la mayoría de las películas que financia. En gran parte de las ocasiones nos encontramos con cintas de acción muy masculinas, de estética cercana a la publicidad y al videoclip , protagonizadas por una o varias estrellas de Hollywood y con numerosas canciones de pop y rock en su banda sonora. La fórmula no ha cambiado mucho desde los años ochenta y parece seguir vigente en la tercera década del siglo XXI.

F1: La película es el ejemplo perfecto. Nos encontramos ante una historia repleta de testosterona sobre la rivalidad entre un piloto veterano, al que da vida un veterano Brad Pitt, y uno más joven, encarnado por el emergente Idris Damson. El realizador Joseph Kosinski, responsables de títulos tan taquilleros como Tron: Legacy o Top Gun: Legacy, aporta la necesaria competencia a la hora de dirigir las habituales escenas de acción, en este caso carreras de coches, y otorgar ese aire de esteticismo tan habitual en los filmes de Bruckheimer, aunque sea mucho más elegante que Michael Bay o Tony Scott, dos realizadores bastante dados al desmadre cromático que trabajaron con el célebre productor. Hans Zimmer, nombre habitual en las cintas de uno de los reyes Midas de Hollywood, ofrece una banda sonora machacona y poco sutil donde también aparecen canciones de Queen y Led Zepellin, además de temas de lo que se ha llamado música urbana.

Ehren Kruger, autor de los libretos de la saga Transformers, entrega un guion tan simple y predecible como cabía esperar que sirve para que Pitt se luzca en el papel de tipo maduro que está de vuelta de todo y que tiene una segunda oportunidad para lograr la celebridad que se le escapó cuando era joven. Frente a él aparecen mucho más desdibujados el personaje de un piloto recién llegado y algo prepotente o un jefe de equipo, al que da vida el español Javier Bardem, que pretende que su escudería salga de un mal momento.

Sin ninguna duda, F1: La película es un perfecto producto de entretenimiento tan calculado y eficiente como escasamente relevante como obra artística.