El asedio progresivo de Judd Apatow a la industria del cine comercial estadounidense se ha producido de manera tan natural y provechosa (para el espectador que busca una comedia estimulante), que un servidor no puede por menos que admirar al cineasta. El segundo judío-cómico-director más poderoso de la historia del cine americano (el primero anda algo perdido entre Vickys, Cristinas y Barcelonas) ha jugado y sigue jugando un papel esencial en la renovación de la comedia comercial, articulando, junto con otros directores a los que se ha acercado y que se han beneficiado de su mecenazgo, lo que se ha dado en llamar “nueva comedia americana”, que pone el foco en unos personajes arriesgados (ya sea por su marginalidad o por su actitud vital, inusitadamente profunda y alejada de la comedia tradicional) de una forma tan personal e inteligente, tan equilibrada entre comedia y drama (así es la vida, al fin y al cabo) que se sitúa como posiblemente la línea creativa más progresista en el Hollywood actual. Lo cual no es decir mucho, pero sí bastante.
‘Si fuera fácil’ (nefasta traducción del original ‘This is 40‘, bienvenido a los cuarenta años) es una (brillante, consecuente, valiente) muestra más del personal imperio del humor que ha construido Apatow, un árbol con muchas ramificaciones que incluye filmes dirigidos y escritos por él mismo (‘Virgen a los 40’, ‘Lío embarazoso’, ‘Hazme reír’, todas ellas logros cómicos con preocupaciones temáticas y formales similares que se pueden ver como una evolución, desde la película de chorradas hacia el ácido, amargo, duro retrato de las preocupaciones de la vida real, un viaje de lo mainstream a lo íntimo que siempre tiene algo de ambos términos), una gran cantidad de producciones auspiciadas por él pero dirigidas por gente afín a su sensibilidad (‘Supersalidos’, renovación explosiva de la comedia de instituto, ‘Paso de ti’, casi oficialmente la primera comedia romántica para hombres, o ‘La boda de mi mejor amiga’, casi oficialmente la primera película de chorradas para mujeres) o la multipremiada serie de la HBO ‘Girls’, hiperrealista retrato de un grupo de amigas que llega donde ‘Sexo en Nueva York‘ nunca se atrevió a poner el pie.
Este constante intento por encontrar el naturalismo en lo comercial cristaliza, como ya hemos comentado, de manera totalmente equilibrada en ‘Si fuera fácil’. Retratos de una pareja en la crisis de los cuarenta se han hecho muchos, pero este spin-off de ‘Lío embarazoso’ (los protagonistas, el matrimonio con hijos formado por Paul Rudd y Leslie Mann, ya aparecía en aquella como duro contrapunto a la jovialidad del eterno porreta Seth Rogen) va más allá de la mera exposición del argumento propia de un director sin personalidad, se revela como una oda tragicómica al conflicto cotidiano, como un intento de hacer un fiel retrato de la familia de clase media-alta, “como salida de un anuncio de banco” pero cuya virtud principal es la de equivocarse, y, por extensión, por intentar comprender el mundo en el que vivimos.
Pues a lo que asistimos es a un trozo de vida, con sus momentos excitantes y sus momentos íntimos (el realismo de la escena en la que Leslie Mann y sus hijas, que lo son también en la vida real, bailan en el dormitorio y nada más casi hace que nos sintamos culpables, como espiando), una aventura cotidiana vivida por una galería de brillantes personajes encarnados por brillantes actores (tanto los principales como los secundarios), todos ellos imbuidos de manera tan orgánica de la cultura pop, tan ultra-enterados de todo aquello que uno reconoce como contemporáneo (la hija enganchada a ‘Perdidos’, el padre que juega con la tablet en el baño, toda la subtrama de los insultos en el Facebook) que el filme respira realidad, vida, cercanía al espectador, de una manera que Apatow ha perfeccionado y que aquí encuentra el punto perfecto entre la comedia chabacana y la intelectual, entre la felicidad y la tragedia (aprendida la lección después de la amarga ‘Funny People’, Apatow ha rebajado la cuota de dolor existencial y ha potenciado las alegrías de la vida).
De esto se deriva una trama ramificada, llena de situaciones de carácter diverso, en muchos casos relacionadas entre sí por los personajes y no por causa-efecto, como suele pasar en este tipo de filmes: el mayor logro de Apatow consiste en darle a cada cosa su tiempo, en enseñarnos tranquilamente todo lo que queremos ver y parte de lo que no, en definitiva, en hacer que nos riamos de la vida misma, mostrándonos los problemas de los protagonistas con sus respectivos padres (genial John Lithgow), los vaivenes del negocio del primero y de la tienda de la segunda, las (orgánicas) combinaciones de estas distintas tramas, las disputas con la niña adolescente y dentro de la pareja… asistimos a un universo familiar inabarcable, del cual el director selecciona algunas piezas; es, simplemente, el material del que está hecha la existencia cotidiana, combinado con algunos arranques de humor. Y el resultado es, como mínimo, estimulante.
Es por esto que las críticas hacia la larga duración de las películas de Apatow se hacen incomprensibles: ¿qué sentido tiene que una comedia dure más de hora y media?, se preguntan algunos, incapaces de entender que, cuando uno se pone a observar la vida, para bien o para mal, es muy difícil elegir dónde cortar, dónde empezar y dónde acabar. Para nosotros, películas como esta bien podrían no acabar nunca, continúan más allá de los créditos finales, en alguna dimensión paralela; pues nos demuestran de manera magistral lo ridículos que podemos llegar a ser, lo irracionales y equivocados que estamos a veces, y a pesar de ello cómo somos capaces de obviar todo eso para vivir pequeños momentos de risa, de felicidad, esparcidos de manera imprevisible a lo largo de nuestra existencia, esparcidos por la mano maestra de Apatow a lo largo de la efímera existencia de unos personajes que viven una vida de ficción, o una ficción que parece vida. Lo que cada uno prefiera pensar.
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