El pensamiento viral y la presión de la comunidad sobre el individuo son las dos ideas fundamentales que vertebran La Caza. Ninguna de las dos es nueva, pero probablemente nunca habían confluido en la misma película de una forma tan sugerente como lo hacen en el nuevo trabajo de Thomas Vinterberg.
El director danés siempre ha reconocido que el haberse fogueado en el Dogma con su aplaudida Celebración (1998) le hace reflexionar sobre las herramientas del lenguaje cinematográfico antes de ponerlas en práctica. En La Caza este ejercicio de observación pura del Dogma se nota especialmente en unos primeros compases del film en los cuales Vinterberg va plantando imágenes aparentemente inofensivas que, a pesar de su omisión, cuando empieza el conflicto ya están clavadas en la memoria del espectador de la misma forma que lo están en las mentes de los personajes.
Hasta que llega la mentira fortuita, el comentario inocente de una niña dolida, y el virus se expande. Lucas (Mads Mikkelsen), un hombre inocente, es acusado de pedofilia (curioso es que jamás llega a mencionarse esta palabra en la película) y empieza un tour de force dramático para defender su dignidad delante de una comunidad que responde de la forma más humana posible: con odio y una aferración ciega a la opción más horrible.
Aunque es una película que funciona sobre todo gracias a su meticuloso guión, es básico el pulso y la sobriedad que demuestra el director danés tras la cámara. La Caza es una película de sentimientos a flor de piel (angustia, frustración y odio, principalmente) que posiciona emocionalmente el espectador de una manera muy rotunda a pesar de la sutilidad del guión y justamente por este motivo el mérito de la dirección es la contención. Vinterberg impone un ritmo pausado para frenar la exaltación y ofrece una mirada tan amplia como sosegada de un asunto con muchos puntos de vista tan complejos como los personajes que los abanderan. En definitiva, es una película de palabras que se omiten y de miradas (o de la ausencia de ellas) que hablan por sí solas, con un Mads Mikkelsen pletórico en el centro de todas ellas, canalizando toda la fuerza del film, que es mucha y que va mucho más allá de la propia película gracias a uno de los finales más terroríficos vistos en tiempo.
Para ver absolutamente con un nudo en la boca del estómago. Vinterberg en estado puro y un Mikkelsen perfecto.
De lo mejor pero de lo mejor que he visto en mucho tiempo.
Brillante!