La superación del síndrome de Peter Pan es, y ha sido históricamente, uno de los grandes temas de la comedia y aún así parece no estar agotado.
Judd Apatow, nombre imprescindible para entender la comedia norteamericana de este siglo, ha convertido este tema recurrente en la columna vertebral de su obra (ya sea como productor o como director) y ha generado una influencia importantísima en otros autores que, bajo el paraguas del propio Apatow o fuera de él, han visto la versatilidad del concepto en un contexto, el actual, en que el adulto se ha convertido en una figura borrosa.
En estas coordenadas nace también la figura de Seth Rogen, un actor que gracias a su aspecto de bebé gigante representa mejor que ningún otro el fenotipo del adulto rebelado contra su edad, y éste es el personaje que ha explotado repetidamente a lo largo de su filmografía, tanto como actor como guionista. Así pues, lo que encauza Malditos vecinos es el duelo generacional que libran Rogen y Zac Efron (figura post-adolescente que lucha por liberarse de la etiqueta de estrella juvenil), una guerra que curiosamente les sirve como excusa a ambos para prolongar su estadio de inmadurez. Este es precisamente el giro diferencial que hace atractiva una película fuertemente amarrada a una serie de inercias que llevan tiempo funcionando bien (humor escatológico, referencias culturales muy mainstream, violencia light, etc.), ya que estructuralmente su desarrollo es absolutamente canónico.
Nicholas Stoller (uno de estos influenciados por Apatow) es un director de contrastada solvencia en el género y en sus manos Malditos vecinos funciona con una precisión tal que incluso juega en su contra, ya que a pesar de hacer gala de un humor cafre no encuentra el crescendo hacia el descontrol que le convendría a la película que sí tenía, por ejemplo, Todo sobre mi desmadre (2010).
De todos modos, la falta de gamberrismo formal del que carece Stoller la compensa siendo un director de actores capaz de rentabilizar el elenco del que dispone por encima incluso de sus posibilidades aparentes. Sin necesidad de descubrir a Seth Rogen, en Malditos vecinos Zac Efron y Dave Franco realizan sus interpretaciones más creíbles y Rose Byrne vuelve a demostrar su talento por lucir en todo tipo de registros, pero sin duda la comedia es el que mejor le sienta.
Al fin y al cabo lo que hace disfrutable una comedia es la calidad de sus chistes y la forma en la que los actores los ejecutan. Malditos vecinos no será una película relevante (y ojo, que tampoco ambiciona serlo) pero cumple con creces su cometido.
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