Vivimos en una sociedad que divide el pasado en hechos de los que enorgullecernos y en tabúes que intentamos ocultar.
La segregación racial en EEUU es un ejemplo de lo primero (en films como 12 años de esclavitud se ve esa intención clara de fustigarse con el pasado para poder presumir de un presente teóricamente más igualitario) y el nazismo en Alemania sirve como ejemplo de lo segundo. Respecto a esa etapa tan oscura de una Alemania tan resplandeciente en la actualidad se han escrito y dirigido decenas y cientos de obras.
Es por ello que el visionado de La Ladrona de libros (siendo además una adaptación del libro de Markus Zusak) provoca un hastío inicial. No obstante, con el paso de los minutos comprobaremos que La ladrona de libros es una película muy correcta en todos sus apartados.
Además de reflejar una pequeña realidad de algo tan enorme como la II Guerra Mundial, defiende el valor de las palabras (en concreto, de los libros) en un momento en el que los complejos de un grupo guiaban su dominio autoritario marcado por el temor hacia las ideas que pudiesen difundir unas aparentemente inocentes hojas de papel con letras impresas sobre ellas.
La historia que utilizan como excusa para La Ladrona de libros, es la de una joven refugiada en un matrimonio que vive bajo el dominio nazi. A su llegada, comenzarán a sucederse acontecimientos históricos y ficticios, que reflejen tanto el drama costumbrista inherente a una narración de este tipo como ese punto infantil, que busca la sonrisa tranquila del espectador entre la tensión ambiental en medio de uno de los conflictos más sangrientos de la Historia.
La otra baza de la película es el trío protagonista conformado por Sophie Nélisse (Profesor Lazhar, 2011), Geoffrey Rush (La mejor oferta, 2013) y Emily Watson (Breaking the waves, 1996) y la BSO, que obtuvo nominaciones para diversos premios de la Academia. La Ladrona de libros es una película interesante (a pesar de todo el material existente sobre dicha temática), que actúa además como recordatorio periódico de un terrible pasado que no deberíamos olvidar para apreciar lo que tenemos.