Crítica de La Chica Danesa
Tom Hooper vuelve a la carga con un trabajo meticulosamente estructurado y con el objetivo puesto de tocar los corazones de nuestra sociedad.
Estamos ante una película de tolerancia, de respeto y de mucho amor, exquisita y de una gran delicadeza.
Una de esas películas que intentan ayudar a normalizar algo que todavía se considera tabú y que queda lejos de poder ser tratado con normalidad, y desde luego se ha avanzado mucho en ese terreno aunque no esté de más recordar lo difícil que fue para los que dieron los primeros pasos.
La chica danesa está basada en la novela de David Ebershoff del mismo nombre y cuenta la historia de un matrimonio de pintores daneses en los años veinte, Einar y Gerda Wegener que de una manera casual el marido tiene que sustituir a la modelo y adoptar el roll de mujer, esto despierta en él lo que llevaba viviendo desde siempre, estar en un cuerpo equivocado, causa que provoca afrontar lo que su interior le dicta con las consecuencias que ello conlleva.
Estamos ante una película de tolerancia, de respeto y de mucho amor, exquisita y de una gran delicadeza, un largometraje de una belleza sublime, lleno de arte, de erotismo y sensualidad con altas dosis de seducción, todo recogido en un collage de fotografía refinada.
La chica danesa es un filme lleno de pasiones constantes, de egos, matices y sensibilidad, con una apuesta clara por hacer un trabajo comprometido socialmente desde un punto de vista glamuroso, cuidando cada metraje de esta película británica a cargo del director oscarizado por el Discurso del rey, Tom Hooper, que vuelve a la carga con un trabajo meticulosamente estructurado y con el objetivo puesto en tocar los corazones de nuestra sociedad hipócrita.
Casting acertado en el oscarizado Eddie Redmayne encarnando el difícil papel de Lili Elbe y menos suerte en Alicia Vikander en el de esposa contrariada con la metamorfosis que invade a su marido y que en esta película queda un poco eclipsada por la insuperable interpretación que el camaleónico Redmayne afronta y que trasmite la esencia femenina de una manera casi fusional, adoptando a la perfección la feminidad con una pelea encarnizada por conseguir la propia identidad, un conflicto interno por salir de un cuerpo al que no pertenece.
Tom Hooper juega con planos magistrales en los que intercala algunos con lente angular provocando unas imágenes de una belleza museística. Un vestuario de alta costura muy del mundo Yves Saint Laurent que hay que destacar.
En general es una película entretenida e interesante cómo todas las que aportan una parte de la historia, en este caso la primera persona que se somete a la primera operación de cambio de sexo, aunque peca de lentitud en algunos tramos que pueden llegar a rozar el aburrimiento, no hay que perdérsela por su alta calidad y por su elegancia.