Comedia animada para adultos que triunfa en algunos gags afortunados, pero fracasa en sus intenciones de crítica social.
La pareja de guionistas y realizadores formada por Evan Goldberg y el actor Seth Rogen se ha convertido en uno de los puntales de la denominada Nueva Comedia Americana. Fruto de su colaboración son los libretos de Supersalidos y Superfumados, y la dirección conjunta de Juerga hasta el fin o la polémica The Interview. La mayoría de sus trabajos suelen aunar humor gamberro y supuestamente irreverente, alusiones a las drogas, unas gotas de cultura pop y una especial tendencia a salpicar todo con escatología.
Casi todos esos elementos se dan cita en el libreto de La fiesta de las salchichas, una película de animación para adultos dirigida por Conrad Vernon, que ha participado en cintas como Monstruos contra Alienígenas o Madagascar 3: De marcha por Europa, y Greg Tiernan, responsable de la saga Thomas & Friends. En este sentido, el filme parece un encargo de los guionistas a los realizadores, que se han ocupado de plasmar en imágenes sus ideas.
Crítica de La fiesta de las salchichas
En esta ocasión, Goldberg y Rogen han inventado una particular historia donde los alimentos cobran vida para intentar descubrir que hay más allá de los estantes del supermercado donde esperan ser comprados por los humanos, a los que consideran dioses. Sin embargo, como comprobarán pronto, su futuro no es tan halagüeño como ellos pensaban.
Los dos escritores han urdido un curioso pastiche donde se dan elementos de géneros como el musical, la comedia romántica, el western, la ciencia-ficción o el cine erótico. El resultado funciona en algunos gags afortunados, pero fracasa al intentar trascender más allá de la mera comedia gamberra.
Es cierto que hay sketches que provocaran la risa del espectador, pero también que muchos otros son poco más que ocurrencias algo fallidas. La película se muestra especialmente acertada a cuando se adentra en los números musicales, como aquel que abre el largometraje, todo un homenaje a las coreografías del gran Busby Berkeley, o aquel otro que utiliza I’d Do Anything For Love (But I Won’t Do That), el tema de Meat Loaf, a modo de videoclip subidito de tono.
No obstante, junto a estos puntuales aciertos, el filme se hunde estrepitosamente cuando intenta ir más allá de la cinta de humor grueso. Su crítica al mensaje esperanzador y alienante de las religiones es bastante obvio. Por otra parte, un desenlace demasiado conciliador amortigua el humor políticamente incorrecto del que hace gala en gran parte del metraje. De la misma manera, el atrevimiento de incluir escenas eróticas queda suavizado por la propia naturaleza de sus protagonistas: meros alimentos. En resumen, La fiesta de las salchichas es una simpática gamberrada a la que le falta algo de mordiente para ser considerada como sátira social.
Crítica de Julio Vallejo Herán