Puntuación:
Sin ser memorable esta película sabe jugar genuinamente con los giros de guión, el tiempo de suspense, la acción, sus personajes y los paisajes naturales canadienses para hacer pasar un rato entretenido y reflexivo.
El cineasta francés Philippe Lioret (Je vais bien, ne t’en fais pas y Welcome) llega a España con una nueva película, producida a galope entre Francia y Canadá allá por el año 2015, titulada El hijo de Jean (Le fils de Jean).
Este drama familiar, que cuenta con las interpretaciones de Pierre Deladonchamps, Gabriel Arcand, Catherine de Léan y Marie-Thérèse Fortin entre otros, nace cuando Mathieu, un tipo parisino de 33 años que vive con la incógnita de no haber conocido a su padre, recibe una llamada de Canadá de un desconocido que dice ser amigo de su padre, el cual acaba de fallecer.
Lo cierto es que su supuesto padre le ha dejado en herencia un cuadro. Su difunta madre siempre le dijo que él fue fruto de una aventura de una noche, de modo que movido por la curiosidad y las ganas, el protagonista decide viajar a Montreal para conocer a esa parte de su familia que vive allí, que no serán, ni mucho menos, lo que y los que Mathieu esperaba.
Crítica de El hijo de Jean (Le fils de Jean)
El nuevo film de Lioret mantiene el mismo estilo dramático que caracteriza gran parte de su filmografía. Con una escenografía interpretativa y visual más bien natural y un ritmo sosegado pero lo suficientemente marcado como para verse envuelto en la trama de principio a fin, este drama familiar apuesta por afrontar una situación -cotidiana o costumbrista hasta cierto punto- de una forma muy original.
Si bien es cierto que todo empieza con el tópico literario del niño sin padre que cruza el Atlántico para conocer la otra mitad de sus raíces, el desarrollo y posterior desenlace de la película rehuye de convencionalismos para premiar al espectador, que ha seguido con interés aunque quizás no con gran entusiasmo el grueso del metraje, con un giro dramático de lo más sorprendente, y todo ello con un tono naturalizado y desposeído de todo efectismo impostado.
Ciertamente en El hijo de Jean nos encontramos ante una historia nada artificiosa, muy terrenal -para algunos quizás demasiado-, bella y silenciosa, donde el valor de las miradas, los pequeños gestos y la intuición de uno mismo serán clave para meterse de lleno en la piel de sus excelentes protagonistas y entender el sufrimiento, la alegría y el desconcierto que llegarán a sentir en sus carnes, por lo que ningún espectador saldrá de la sala defraudado o con la sensación de vacío.
Sin ser memorable esta película sabe jugar genuinamente con los giros de guión, el tiempo de suspense, la acción, sus personajes y los paisajes naturales canadienses para hacer pasar un rato entretenido y reflexivo.
La culpa, el arrepentimiento y la cobardía son equipajes difíciles de sobrellevar toda una vida, aunque el detonante que activa tales sentimientos se encuentre al otro lado del océano; este film nos enseña que nunca es demasiado tarde para hacer acopio de valentía y lanzarse al mar.