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Crítica de ‘Sound of Freedom’. Torpe thriller a medio camino entre la serie B y las ínfulas de trascendencia

Puntuación:

Podría haber sido un absorbente thriller sobre la pedofilia, pero se convierte en nada más que un panfleto escasamente sutil y poco destacable como producto cinematográfico.

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La sala de cine como particular púlpito sobre el que predicar a sus feligreses. Ese es el objetivo de ciertos grupos religiosos cristianos que están entrando con fuerza en la realización de películas, especialmente en Estados Unidos. Su intención es arengar a sus seguidores a través de historias que no desprecian la forma del cine de género. En la mayoría de los casos el mensaje, que toma forma de sermón, está muy por encima de las cualidades cinematográficas del producto en cuestión. Es el caso de Sound of Freedom.

Coproducción entre el país de las barras y estrellas y México, el largometraje se basa en la vida real de Tim Ballard, un agente del FBI que se volcó en la lucha contra el tráfico de menores con fines sexuales en los países de Latinoamérica. Sin duda, no se puede achacar al filme que no trate un asunto interesante y, a la vez, terrible. No obstante, como suele ocurrir, el problema no está en el qué si no en el cómo.

Alejandro Monteverde, responsable de Bella y Little Boy, vuelve a tratar el tema de la infancia, presente en sus anteriores filmes, con forma de thriller más o menos reflexivo. Quizá el problema sea que carece de la habilidad para lograr lo que se propone.

En primer lugar, los personajes no está bien perfilados. El protagonista, al que da vida el hierático Jim Caviezel, parece el mismo al comienzo que al final de la película. A pesar de los hechos de los que es testigo, su posición es idéntica a lo largo del metraje. No obstante, todavía peores son los unidimensionales malvados de la función, que parecen sacados de una mala película de videoclub de los años ochenta o noventa.

Para camuflar esta verdadera falta de dramatismo, sus responsables incluyen sentencias más o menos trascendentes, que incluyen incluso a Dios en ellas, y ofrecen algunas postalitas de los lugares en los que tiene lugar la trama. Todo ello rodado con una parsimonia nada adecuada para el thriller.

Como forma de camuflar la falta de enjundia del producto, el realizador usa en exceso la banda sonora del español Javier Navarrete y nos regala algún momento lacrimógeno a costa del destino de los pobres niños protagonistas, dos críos que han sido alejado de su padres por las mafias de las tratas de blancas.

En definitiva, Sound of freedom podría haber sido un absorbente thriller sobre la pedofilia, pero se convierte en nada más que un panfleto escasamente sutil y poco destacable como producto cinematográfico.

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