Vidas pasadas ha sido lo que en Estados Unidos se denomina un sleeper, una película independiente que sorprende en taquilla gracias a las buenas críticas y el boca a oreja del público más cinéfilo. En este caso, el festival de Sundance fue el pistoletazo de salida y, a partir de entonces, ha conseguido una buena recaudación en taquilla y alabanzas en los certámenes donde se ha estrenado, como el Cine por mujeres 2023, donde forma parte de su Sección Oficial Internacional.
Es difícil no ver en el filme un cierto tono autobiográfico. Al igual que su protagonista femenina, Song es una dramaturga coreana que emigró primero a Canadá y después a Estados Unidos, país donde se ha establecido como artista. Curiosamente, aunque la realizadora se ha formado en el teatro, su debut en el cine destaca eminentemente en lo visual.

La historia de esa mujer que deja su país natal, pero no acaba de romper los lazos con el que fue su novio de la infancia a lo largo de dos décadas encuentra su punto fuerte en las miradas de los protagonistas y en esa imágenes que expresan mucho sin recurrir a las palabras. En este último sentido, destaca ese momento en el que los dos personajes principales en su niñez recorren un camino que se acaba bifurcando y en donde cada una de las ramificaciones se va alejando cada vez más la una de la otra.
No obstante, es en la impresionante dirección de la pareja de intérpretes en su etapa adulta, unos magistrales Greta Lee y Teo Yoo, el punto fuerte de la función. Song no quiere que sus diálogos, primero a través de videoconferencia y después cara a cara, expresen lo que sienten ambos, pero gracias a la extraña tensión sexual no resuelta en sus gestos el espectador sabe muy bien lo que pasa. Es cierto, no obstante, que finalmente la cineasta acaba explicitándolos, pero no sin antes crear una extraña intriga de la cual sus dos actores son los máximos responsables.

Por otra parte, el filme muestra una terrible realidad: no siempre la atracción sexual y el amor acaba terminando en pareja. Influye la situación personal de cada uno de los posibles novios, sus intereses personales y su propio pasado para que ese sentimiento amoroso cristalice en una relación duradera. Quizá en una vida pasada, como se comenta en el filme, su amor acabaría fructificando, pero en esta claramente no.
Con una exquisita sensibilidad, la directora dibuja al tercer lado el triángulo: el marido de ella que sabe que nunca alcanzará la intensidad amorosa que su conyugue siente por el que fue el amor de su niñez, pero está seguro que él acabará quedándose con ella.

En definitiva, Vidas pasadas es un hermoso drama romántico que se beneficia de la melancólica música de Christopher Bear y Daniel Rossen, y la bella fotografía de Shabier Kirchner, a la que muchos reprocharán su tendencia a la postal, especialmente evidente en aquellos momentos que transcurren en el Nueva York más turístico.