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Ganadora de la Palma de Oro del Festival de Cannes, Sean Baker nos ofrece una curiosa mezcla de géneros que se convierte en una de las películas clave de este 2024.
El cineasta estadounidense Sean Baker se ha encargado de reflejar en sus películas la otra cara del sueño americano, aquella en la que viven los marginados y los que no encajan en una sociedad donde el dinero es el único valor de cambio. Su éxito internacional comenzó con The Florida Project, donde mostraba la infancia de los niños pobres en las cercanías de Disneylandia, y prosiguió con Red Rocket, que nos enseñaba el regreso a su localidad natal de una antigua estrella del porno.

Anora, ganadora de la Palma de Oro del Festival de Cannes a la mejor película, vuelve a profundizar en el lado más oscuro del país de las barras y estrellas. Lo hace como si fuera una versión oscura de los cuentos de hadas, especialmente La Cenicienta. En este caso, la mujer del título es una bailarina exótica que se gana una paga extra ejerciendo de prostituta. En el club donde trabaja se encontrará con el hijo de un traficante de armas deseoso de pasárselo bien, que le ofrece pagar sus servicios durante una semana y que acabará casándose en Las Vegas. Sin embargo, él está lejos de ser un príncipe azul de las narraciones populares y acaba mostrando su cara de niño rico malcriado. Como muchos han sabido ver, nos encontramos ante el reverso de Pretty Woman, aunque en este caso sin el final feliz y dulzón de aquélla, que le acercaba demasiado a los cuentos populares de los que bebía descaradamente.

Sean Baker nos muestra la particular odisea de la pareja y de los esbirros del padre que se encargarán de intentar resolver los problemas en los que se mete el joven descarriado con una estética a medio camino entre el documental y el videoclip. Por momentos, la película recuerda al realizador norteamericano Larry Clark y su narración de los excesos de la juventud, especialmente en los momentos de desfase estupefaciente y sexo más explícito de lo normal para las películas comerciales no pornográficas.
Sin embargo, a diferencia del autor de Kids, hay un acercamiento a sus personajes que demuestra su amor por ellos, a excepción del chaval ruso y su prepotente familia. Anora es retratada como una joven que intenta ganarse la vida y a la que se presupone una infancia sin estrechos lazos familiares que ve en su relación con el vástago del potentado no solamente una salida a su situación económica, sino una forma de llenar sus carencias afectivas. Quizá sabe que se está autoengañando, aunque decide vivirlo como si todo fuera un verdadero sueño cumplido. Igual ocurre con los esbirros del padre, capitaneado por un jefe alterado y sus pobres esbirros que no paran de equivocarse en su búsqueda del hijo del potentado armamentístico. Dan más pena que verdadero miedo.
Aunque la película sea un drama, Anora está repleta de elementos cómicos, que se ponen de manifiesto especialmente en la torpe forma en los que el equipo de gángsteres busca al niñato ruso. Hay más risas en este filme de Baker que en muchas autodenominadas comedias.
A todo ello contribuyen unos actores en estado de gracia donde destacan Mikey Madison, en el papel de la golpeada protagonista, y Karren Karangulian, excepcional como el líder de la banda al servicio del progenitor del personaje principal másculino.

Pese a todo, Anora dista de ser perfecta, especialmente por ciertas reiteraciones y una duración excesivamente larga, aunque ello no impida que nos encontremos ante una de las películas más importantes de este 2024.