Puntuación:
Pretencioso y relamido biopic donde el director Larraín no consigue aprovechar un buen reparto y un apartado técnico excelente.
El cineasta chileno Pablo Larraín prosigue su particular retrato de celebridades en crisis con María Callas. El director comenzó esta serie con Jackie, peculiar perfil de la que fuera esposa de John F. Kennedy después del asesinato de su marido, y lo prosiguió con Spencer, que mostraba a Diana de Gales durante unas vacaciones invernales en las que constató que su matrimonio con el entonces príncipe Carlos no funcionaba.

Angelina Jolie en María Callas. Pablo Larraín
En esta ocasión , Larraín decide recrear la vida de la que ha sido, sin ninguna duda, una de las más famosas cantantes de ópera de todos los tiempos durante las últimas jornadas previas a su muerte, acaecida en París el 17 de septiembre de 1977. Con la ayuda en el guion de Stephen Knight, que ya colaboró con el realizador en la citada Spencer, la película nos enseña a una cantante en el crepúsculo, atormentada por su pérdida de sus capacidades vocales, adicta a los tranquilizantes y que pierde en ocasiones el propio sentido de la realidad, tomando como verdaderas algunas alucinaciones.
Una de ellas, una supuesta entrevista para la television, le sirve para revivir algunos sucesos de su pasado, desde su relación con Aristóteles Onasiss hasta los abusos que sufrió por los nazis en su Grecia natal cuando era una adolescente. Todo ello con la única compañía de sus fieles sirvientes que la cuidan en su lujoso piso de la capital francesa.

El director chileno cuenta con una producción cuidadísima donde destaca la fotografía de Edward Lachman, que nos muestra un precioso París otoñal; una adecuada dirección artística que recrea el lujoso piso de la estrella y un vestuario que reproduce a la perfección la imagen de la diva.
Además, su reparto es inmejorable, especialmente una entregada Angelina Jolie, que deja patente el tormento interior de un personaje que sabe que su fin se encuentra cerca, y unos estupendos Pierfrancesco Favino y Alba Rohrwacher, que encarnan a los compasivos sirvientes que intentan hacer todo lo posible para salvar a su señora.

Sin embargo, a pesar de tener lo necesario para conseguir una obra redonda, Larraín no logra estar a la altura de sus mejores trabajos. Intenta imprimir un tono operístico y elegante al conjunto, especialmente a través de lentos movimientos de cámara, y, por momentos, parece que pretenda conseguir una suerte de particular variación de El crepúsculo de los dioses. Sin embargo, el conjunto es un filme encorsetado, relamido y pretencioso sin la fuerza de Jackie ni el riesgo de Spencer. Resulta especialmente penoso que una cinta con todos los elementos para el éxito se quede en un producto de qualité pretencioso y terriblemente superficial.