Puntuación:
Telefilme de lujo que nunca va más allá del lugar común.
Imaginen un cruce entre La jungla de cristal y Air Force One. Añadan como protagonista a una mujer afroamericana y el resultado se parecerá a G20.
El largometraje, estrenado directamente en la plataforma Prime Video, no oculta su falta de originalidad y verosimilitud, consciente de ser un entretenimiento para pasar la tarde frente al televisor.

Así nos encontramos con una presidenta negra de Estados Unidos que acude a una reunión de los países más ricos mientras que lidia con una crisis familiar provocada por su adolescente hija rebelde. Mientras se encuentra en este gran evento internacional, un grupo armado entra en el lugar donde se celebra el acto y utiliza a los gobernantes para crear deep fakes donde se comenta que ellos quieren estafar a los habitantes del planeta Tierra a través de una criptomoneda. Evidentemente, la líder del país de las barras y estrellas, antigua militar, hará todo lo posible por acabar con los malvados y salvar al resto de dirigentes, además de a su parentela.
Como se puede observar, el argumento es un tanto imposible y es solamente una excusa para desarrollar una cinta de acción al servicio de Viola Davis, actriz norteamericana especialista en dramas. La ganadora de un premio Óscar por Criadas y señoras vuelve a brillar en un papel que le permite desarrollar sus habilidades físicas, mientras que le da la posibilidad de demostrar que es una buena intérprete hasta en cintas de usar y tirar como esta. Frente a ella, Antony Starr luce su particular sonrisa canalla como el malo sin fisuras de la película.

La directora Patricia Riggen, responsable de numerosos episodios de series de televisión y de cintas como Milagros del cielo, logra que el simple guion escrito a ocho manos se digiera bien, aunque no sobresalga ni en la dirección de actores ni en la puesta en escena. Por su parte, el comentado libreto aúna elementos de las dos películas citadas al comienzo del texto, actualizando un poco la trama con referencias a los bulos y las criptomonedas, e intentando, sin suerte, reflexionar de la honorabilidad y el compromiso con la verdad de los políticos. Todo ello adornado con unos cuantos giros e ingredientes de drama y comedia familiar.

En definitiva, G20 es un ejemplo de fast food cinematográfica que se consume tan rápido como se olvida.