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El director Danny Boyle da rienda suelta a su particular efectismo estilístico en una película con más pretensiones que logros.
El cineasta británico Danny Boyle vuelve a ponerse al mando de la franquicia iniciada con 28 días después y continuada con 28 semanas después, que dirigió Juan Carlos Fresnadillo, con 28 años después. Las tres películas comparten escenario, una Gran Bretaña aislada del mundo tras liberarse un virus que se transmite cuando un infectado muerde a otro convirtiéndolo en una suerte de zombi. Alex Garland, el guionista de la primera entrega, vuelve a la franquicia con el ánimo de expandirla con una trilogía protagonizada por un adolescente que trata de sobrevivir en este mundo postapocalíptico.

En esta ocasión, ambos nos ofrecen un particular rito de paso de la niñez a la edad adulta de un chico que sale junto a su padre de la isla donde se ha criado para enfrentarse a los terribles monstruos que han asolado su país. Será precisamente fuera de su hogar donde encontrará una posible solución a la enfermedad de su progenitora.
La película empieza como un filme de acción con elementos gore, transita el melodrama con ínfulas de trascendencia para terminar casi de manera paródica con un final que queda abierto para posibles entregas. Esa mezcla de tonos no acaba de funcionar del todo y el largometraje parece una suerte de extraño refrito.

Boyle vuelve a dar rienda suelta a su estilo más efectista mezclando elementos propios del videoclip y del documental en un montaje que en algunos momentos resultan caótico, especialmente en aquellos en los que se decide incluir fragmentos del Enrique V que interpretó y dirigió Sir Laurence Olivier. Todo ello adornado con la tendencia habitual del realizador a incluir canciones, aunque no venga mucho a cuento.
Lo mejor del largometraje acaba siendo el trabajo interpretativo de tres de sus protagonistas. Jodie Comer, espléndida como la madre enferma del crío protagonista, y un estupendo Alfie Williams, que imprime una sabia mezcla de inocencia y valor al joven personaje principal. Igualmente acertado es el trabajo de Ralph Fiennes, en la piel de un médico loco que recuerda por momentos al coronel Kurtz de Apocalypse Now.
