Esta secuela después del éxito cosechado por la primera entrega era muy esperada por un público ávido de volver a disfrutar con el simpático arqueólogo. Llegó en 1984 y poco después de su estreno fué catalogada como inferior a la primera y es que su huida hacia el lado más visceral y su toque gore la hizo ser catalogada como PG-13 (El no recomendada para menores de 13 años creado para la ocasión), y eso no gustó a los fans.
Con un comienzo igual de trepidante que la primera parte, aquí los secundarios cobran protagonismo más rápido y la mezcla casi-terror con una explotación mayor de la vertiente cómica de los personajes no es acertada, o no todo lo que uno desearía.
El personaje de la chica guapa y torpe funciona en ocasiones, en otras es un estorbo y un poco irritante y el niño acompañante nunca me gustó, no fué una elección acertada. Por estos aspectos Kate capshaw (‘Willie’) y Jonathan Ke Quen (‘Tapón’), pasaron por la saga, hicieron su papel y nunca más se supo.
El guión era mucho más vacío, menos complejo, el público mandaba como así sigue siendo y pedían aventuras a gritos. Con lo que la parte escrita se trabajó menos y a pesar de eso nos dejó alguna de las escenas más recordadas (La persecución en la mina a bordo de carretillas, cuyo rodaje se alargó más de 4 meses).
De todas maneras el film es igual de trepidante, muy entretenido, con unos malos muy malos y con muchos más bichos y esto al público le gustó, ganó un Oscar a los efectos visuales, sus 180 millones en EE.UU. frente a los 23 de presupuesto así lo atesoran y este resultado nos garantizaba una tercera entrega que tardaría 5 años en llegar.
Rafael Calderón Luna.
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