Crítica de Un Paseo por el Bosque
Simplona comedia al servicio de los actores Robert Redford y Nick Nolte.
Lástima que la reunión de estos dos buenos intérpretes no sea suficiente para que la película vaya más allá de lo pasable.
El western Dos hombres y un destino, libre versión de las aventuras de Butch Cassidy y Sundance Kid, y El golpe, una divertida comedia sobre timos ambientada en los años treinta, se convirtieron en dos grandes éxitos del Hollywood de finales de los sesenta y principios de los sesenta, aquel tiempo donde reinaban los realizadores del denominado Nuevo Cine Americano. Ambos títulos contaban con espléndidos guiones, una atinada realización de un artesano de la talla de George Roy Hill, un diseño de producción impecable y, especialmente, la química de dos de las estrellas del momento: Paul Newman y Robert Redford.
Un paseo por el bosque estaba pensada para ser el reencuentro de ambos actores en su vejez, pero la muerte del protagonista de La gata sobre el tejado de zinc impidió que se produjera esta reunión cinematográfica. Redford, no obstante, siguió implicado en el proyecto y eligió a otro mítico actor de su generación: Nick Nolte, intérprete conocido por sus papeles en la serie de televisión Hombre rico, hombre pobre y en largometrajes del calibre de El cabo del miedo y Aflicción.
Lástima que la reunión de estos dos buenos intérpretes no sea suficiente para que Un paseo por el bosque vaya más allá de lo pasable. La cinta juega a contraponer los caracteres de dos protagonistas que fueron amigos en su juventud, pero que se distanciaron hace décadas. Redford encarna al típico ganador que ha conseguido formar una sólida familia y ha conocido el éxito como escritor de libros de viajes. Nolte, por su parte, da vida a un tipo que ha llevado una existencia errante y ahora se encuentra solo, precisamente cuando más necesita estar acompañado. Ambos inician su particular viaje por la ruta de los Apalaches para demostrar que todavía no están acabados y pueden asumir retos a pesar de sus achaques.
Hilando gags y situaciones más o menos graciosas, el filme de Ken Kwapis acaba convirtiéndose en una cinta más cercana al espíritu de Dos viejos gruñones y Discordias a la carta, las dos películas que encarnaron Jack Lemmon y Walter Matthau en el ocaso de su carrera, que a una verdadera road movie o a filmes como Alma salvaje y Hacia rutas salvajes, donde los personajes se adentraban en la naturaleza para encontrar el sentido de la vida. Al igual que en las últimas comedias de los protagonistas de En bandeja de plata o Primera plana, el realizador y el guionista parecen encontrarle la gracia a reírse de las patochadas que cometen dos tipos de la tercera edad, pero haciéndolo de la manera más obvia posible. Kwapis, responsable de las olvidables Uno para todas y Qué les pasa a los hombres, se encarga de dirigir todo con la sosa corrección de un telefilme. Ni siquiera aprovecha demasiado el estupendo paisaje americano, plasmado a través de bonitas postales, pero sin verdadero valor más allá de lo decorativo.
Queda, no obstante, el trabajo de los dos intérpretes, que logran hacer creíbles a esos dos viejos colegas separados por antiguos conflictos. También resulta reseñable la breve aparición de Emma Thompson, simpática en el papel de esposa que intenta que su marido no se embarque en aventuras para las que ya no tiene edad.
Es una pena que el trabajo de los actores no esté apoyado en una dirección enérgica y un guion que vaya más de la simple sucesión de chistes y sketches que no siempre consiguen despertar la carcajada del espectador. En ese aspecto, Un paseo por el bosque se encuentra muy lejos de la calidad de Dos hombres y un destino y El golpe, las dos cintas donde Redford compartió la pantalla con la que sigue siendo su pareja cinematográfica más recordada: Paul Newman.