Extraña mezcla de sátira y drama sobre la intervención armada de Estados Unidos en Irak que fracasa parcialmente al intentar abordar demasiados temas sin profundizar en ninguno de ellos.
La difícil adaptación de los soldados a la vida civil después de una experiencia bélica ha sido un tema muy tratado por el séptimo arte. Quizá la gran película sobre el asunto siga siendo «Los mejores años de nuestra vida», la inmortal obra de William Wyler que mostraba el regreso a casa de aquellos militares que habían combatido en la II Guerra Mundial, aunque el cine no haya dejado de abordarlo de una manera más o menos profunda, como ponen de manifiesto producciones recientes del calibre de «El francotirador», la tendenciosa cinta firmada por el estadounidense Clint Eastwood, o «Frantz», el sensible largometraje del francés François Ozon.
Crítica de «Billy Lynn»
«Billy Lynn», la extraña sátira dirigida por Ang Lee, vuelve a afrontar la cuestión tomando como base una novela de Ben Fountain que sigue los pasos un grupo de soldados que visita Estados Unidos después de un acto considerado como heroico en la guerra de Irak.
El filme se centra en uno de ellos, el más joven, que se debatirá en todo momento entre regresar a la contienda con su pelotón o hacer caso a su hermana y permanecer en su país de origen.
El director taiwanés pretende reflejar qué significó la guerra de Irak para los estadounidenses enseñando la división de opiniones entre los que se oponían a la intervención americana y aquellos otros que la apoyaban, pero sin perder de vista los que luchaban y sabían lo que significaba ver morir a tus camaradas. Los responsables del filme escogen el punto de vista de un combatiente inocente que parece indeciso acerca del camino a elegir cuando asiste a un partido de fútbol americano donde él y sus compañeros recibirán un curioso tributo.
El interés de Lee por abordar temas tan diversos como la división política de Estados Unidos, la banalización de la guerra, la hermandad que se establece entre los soldados, el estrés postraumático de algunos militares o el falso patriotismo acaba por ser el principal problema del largometraje. Hay algunos momentos de lucidez, especialmente en las ácidas palabras del jefe de pelotón que encarna un estupendo Garrett Hedlund, pero el conjunto aparece un tanto deslavazado. Se echa de menos que no se hayan incluido más flashbacks de las batallas y un discurso algo menos ambiguo que crítica en un primer momento, pero que acaba ser bastante más patriotero y militarista de lo que parece en su desenlace.
No obstante, a pesar de encontrarnos ante un trabajo que dista de ser redondo, «Billy Lynn» es una producción con elementos de interés. El responsable de «La tormenta de hielo» y «Tigre y dragón» vuelve a demostrar, por ejemplo, que es un gran director de actores y consigue que su larguísimo reparto logre ser convincente en sus diferentes roles. Especialmente remarcable es la interpretación de un jovencísimo Joe Alwyn, que imprime la necesaria inocencia a ese protagonista que no sabe qué decisión tomar.
Por último, hay que señalar que el filme no se exhibirá en España de la manera que tenía prevista Ang Lee: en tres dimensiones y a 120 fotogramas por segundo, velocidad cinco veces superior a la habitual. El cineasta pretende así dotar a su largometraje de una apariencia hiperrealista, aunque el espectador de la piel de toro no podrá apreciarlo al proyectarse de manera convencional en nuestro país.
Crítica de Julio Vallejo Herán.
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