Delirante y efectista mezcla de acción y terror que se vende como el final de la saga de zombis inspirada en el videojuego de la empresa Capcom.
La franquicia «Resident Evil« ha sido una de las responsables del auge de los muertos vivientes en el terreno del entretenimiento. Nacida en el mundo de las consolas, la saga se ha extendido por diferentes ámbitos, desde el mundo del cómic hasta el cine.
En 2002 Paul W. S. Anderson se lanzaba a su adaptación al séptimo arte en imagen real contando con la actriz Milla Jovovich en el papel principal. La producción seguía los pasos de Alice, una mujer que se enfrentaba a la corporación Umbrella y a las hordas de humanos transformados en zombis a causa de un producto desarrollado por la poderosa compañía.
La cinta inicial combinaba el típico espectáculo de acción con elementos del cine de terror en un efectivo pasatiempo que sólo pretendía entretener. Aquel trabajo no ocultaba en ningún momento la influencia de «Matrix», especialmente evidente en las secuencias de acción, y su deuda con «Cube», el filme de culto realizado por Vicenzo Natali.
Desde entonces, la serie ha ido repitiendo con leves variaciones los ingredientes principales de la película original. Paul W. S. Anderson, que retomó la dirección de la serie desde la cuarta entrega, vuelve a los orígenes de la franquicia cinematográfica en «Resident Evil: El capítulo final», el sexto largometraje de la serie.
Crítica de «Resident Evil: El capítulo final»
Alice, a la que encarna de nuevo Milla Jovovich, regresa a La Colmena, el centro de operaciones de Umbrella donde comenzó a propagarse la plaga zombi, para conseguir la sustancia que podría salvar a la humanidad. Lo hará con la ayuda de unos pocos supervivientes de la pandemia.
El director y los guionistas han confeccionado un producto dirigido a los fans, que hallarán aquí más información sobre el origen de la aguerrida protagonista y se encontrarán con una de sus aliadas en la lucha de la heroína contra las hordas de muertos vivientes.
Por otra parte, esta adaptación de los videojuegos de la empresa Capcom remite en numerosas ocasiones a «Mad Max. Salvajes de autopista». La imagen de Alice montada en una moto en un mundo postapocalíptico recuerda por momentos al personaje que encarnara Mel Gibson en la saga ideada por George Miller.
Por lo demás, la cinta se vuelve a convertir en una sucesión de frenéticos momentos de acción unidos por una levísima trama.
A este respecto cabe reprocharle a Anderson que haya optado por un confuso montaje en las secuencias de acción. Tampoco parece de recibo la sucesión de risibles giros finales que convierten a la película en un producto delirante que quizá guste a los seguidores de la franquicia, pero provocará la hilaridad del espectador más o menos inteligente.
Ni siquiera la alusión obvia a los mayores problemas de la humanidad en este siglo XXI puede ser tomado en serio dentro de un filme que no va más allá del mero placer culpable.
Crítica de Julio Vallejo Herán.
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