jueves , mayo 15 2025

Especial el cine de Terrence Malick, del lenguaje narrativo a la poesía visual

Un director que se caracteriza por evitar la escena mediática del glamour del cine, ya que contadas veces se le ha podido ver en público y su escasa filmografía.

El cine actualmente está tomando diversas vías para expresar los problemas de la sociedad actual. Podemos encontrar el cine de cánones clásicos (como el de John Ford), como se refleja en el cineasta inglés James Gray (Two Lovers, The Inmigrant,…), el cine posmoderno, que rompe los esquemas anteriores, como es el caso de los cineastas Paul Thomas Anderson (Magnolia, The Master, Puro Vicio,…) o David Fincher (Seven, Zodiac, La red social, Perdida,…), el cine underground de Richard Linklater, o el cine cercano a la hiperposmodernidad, que es el que nos atañe para nuestro análisis del director que vamos a revisar; un tipo de cine característico por la inexistencia de un lenguaje narrativo.

Imagen rodaje de Terrence Malick

El director que vamos a examinar de la manera más concisa (siempre desde el punto de vista del análisis cinematográfico) es el estadounidense Terrence Malick (30 de noviembre de 1943, Illinois, EE.UU). Se caracteriza por evitar la escena mediática del glamour del cine, ya que contadas veces se le ha podido ver en público y su escasa filmografía (un cortometraje y seis largometrajes estrenados en salas), a pesar de que su primer film se estrenara en 1973, debido a su pausa en llevar a cabo sus proyectos (aunque recientemente parece estar rompiendo esta tónica).

Los personajes: seres de la naturaleza

“Todos tenemos mitad de demonio y mitad de ángel”

Linda (Linda Manz en Días del cielo)

Uno de los aspectos que no se le puede reprochar al director es no haber sido crítico con los desastres causado por el hombre contra la humanidad. El drama está presente en todos los relatos de Malick, pero el romance de pareja solo es claro en varias obras representativas. “La gente dice que se deja influir por mí, pero yo nunca he matado a nadie”, el personaje protagonista de Malas Tierras, Holly (Sissy Spacek) pronuncia esta frase en voz en off (aspecto que analizaremos posteriormente) cuando ella junto a su James Dean, Kit (Martin Sheen) en busca y captura, deciden tomar como refugio la casa de un hombre rico. Ellos representan dos jóvenes de la América profunda de los años setenta, que recuerdan bastante a los Bonnie & Clyde de Arthur Penn; ella una chica de quince años que ha seguido la vida de una persona de su edad, actúa pasiva ante las situaciones imprevistas cuando aparece en su vida Kit, un hombre mayor que ella, cuyo trabajo del cual ha sido despedido, era recoger la basura de los demás. Son jóvenes insatisfechos con el momento social que les ha tocado vivir, que es el de la nada.

¿Cuál es el objetivo en sus vidas? Como observamos en el film, es deambular por las calles, desobedecer a la autoridad, implantar el miedo en las calles (¿precedente de reconocimiento mediático?). Si obviamos la situación de temor en la población que estos dos personajes han instaurado, viven un amor idílico: permanecen juntos en todo momento, construyen una cabaña en un árbol, bailan en la noche bajo la música de Nat King Cole, se deshacen de todos aquellos que le incomoden en su huida fugaz de amor.

To-The-Wonder-poster

Algo parecido ocurre en To the Wonder (2012), la pareja interpretada por Ben Affleck y Olga Kurylenko, nos regalan las imágenes de lo bello de conocer, de enamorarse de otra persona y de compartir un hogar. Pero esta pasión y entrega hacia el otro, se acaba convirtiendo en un suplicio para la pareja. Terrence Malick juega muy bien con los lugares: el amor se ofrece ante la ciudad de París, y el desamor en el país de origen de él mismo. Se nos muestra un amor fugaz, compartiendo similitud con la pareja Holly-Kit, con la diferencia que esta última tenía un contenido social importante y no vacío de significado. Es en To the Wonder, donde hay una muestra de la relación actual del amor en pareja: dudas ante comprometerse oficialmente, buscar el deseo en otra persona, es decir, la presencia de que es imposible en esta generación que el amor, tal y como lo hemos entendido (entender y estar con el otro en las alegrías y desdichas) pueda ofrecerse a una única persona, apartándonos de las generaciones que nos preceden.

Los triángulos amorosos tienen consecuencias más trágicas. En Días del Cielo (1978) la pareja Bill (Richard Gere) y Abby (Broke Adams) junto a la hermana de Bill, deciden abandonar la pobreza e irse a trabajar a los campos de trigo de Texas. Allí el patrón (Sam Shepard) se enamora de Abby, que cree que es hermana de Bill. La distorsión de como nosotros como espectadores tenemos concebidas estas historias no es tal y como aparece aquí: la figura del patrón no es la de un hombre que maltrata a sus trabajadores, sino que es bueno con muchos y, el amor hacia a Abby ciega su mirada respecto al engaño al que está siendo sometido por ella y Bill, ya que ambos desean escapar de la pobreza, aunque sea haciendo daño. “El único culpable soy yo” afirma Bill, ante la suerte de una nueva vida que el destino le ha puesto, pero que perderá tanto él como las que han sido sus compañeras de viaje.

Malick también centró su mirada en la colonización de América en el siglo XVII en El nuevo mundo (2005) bajo la historia de amor de John Smith y Pocahontas. El conflicto amoroso es provocado por el recuerdo de una pasada felicidad. Tras la protagonista de la historia (bautizada con el nombre de Rebeca) ser considerada un buen ejemplo de una indígena colonizada, y tras casarse con un inglés y tener un hijo, escucha que esa persona, el capitán Smith, al que siempre su corazón ha pertenecido, sigue viva. A diferencia de la anterior película, aquí sí se muestra un agradecimiento a la vida que se nos ha dado, y de no cometer el error de perderla, quizás sea porque el personaje de Rebeca proviene de la naturaleza, a la que tanto alude el cineasta.

Dejando a un lado el género del romance, el género bélico a través del film La delgada línea roja (1998) es quizás el que consagró a Terrence Malick, debido a plasmarlo de una manera diferente, alejándose de una lucha candente y fría, utilizando la guerra, la Segunda Guerra Mundial, para plasmar el comportamiento del ser humano ante tal situación. El elenco de personajes es amplio, pero todos tienen un papel fundamental: el soldado Bell que se mueve por su espíritu, maravillado del paraíso en el que tiene que luchar por su ‘patria’; el coronel, arrepentido de haber dado todo en su vida por el ejército y no por el amor o el capitán, que a pesar de que no tiene la confianza de sus hombres, los considera como hijos que llevará siempre dentro de él. El director en este film nos conduce por diferentes emociones que padece el ser humano en una situación en la que solo hay dos salidas: la muerte y la vida. La primera no tiene que ser solo física, sino también psicológica (adueñándose la locura de la mente de los hombres), y la segunda es sobrevivir en un paisaje en la que la naturaleza y la fauna actúan pasivas, que está sufriendo igual que nosotros.

el-arbol-de-la-vida

Siguiendo el camino de los personajes, lo único que falta es la representación de la familia. Es en El árbol de la vida (2011), donde se nos presenta una familia norteamericana de los años cincuenta. Esta familia está compuesta por un matrimonio y tres hijos. Las figuras que representan en cuanto a significado son las del padre y la madre (la naturaleza frente a lo divino). Por un lado, el padre trabaja como creador de patentes, pero cuyo sueño de juventud no ha sido cumplido (“Yo soñaba con ser un gran músico”), por lo que plasma esa frustración en un comportamiento autoritario en sus hijos, sobre todo en el mayor, y por otro lado, la figura de la madre, que observa a todas las personas con bondad (da de comer y de beber a delincuentes) y quiere educar a sus hijos en el respeto. Los hijos en la familia son el motor de la composición, sobre todo el mayor y el mediano; hay un canto al amor de un hermano a otro, la confianza que se posa sobre el otro es incuestionable.

El canto por la belleza: los temas en la filmografía

La crítica o incluso la autocrítica siempre están permanentes en el cine de Malick. Por un lado, ya sea centrado en América, o por otro lado, en su aspecto más social. En Malas tierras y Días del Cielo se nos muestra la huída por cometer un pecado, del cual un castigo se aplica. En la primera, los jóvenes Holly y Kit huyen de la pequeña ciudad después de cometer un asesinato; el castigo recibido es el encarcelamiento de Kit, pero siendo este último venerado por la autoridad (a pesar de los varios asesinatos cometidos), lo que hace cuestionarnos es ¿qué personas hemos engendrados para la posteridad? En el caso de Días del Cielo, la huída se produce en el desenlace, tras cometerse igualmente un asesinato. El castigo en este caso, se representa antes y después de la huída: antes con la plaga de saltamontes que obliga a quemar el campo (la vida que se ha impuesto es rechazada) y después tras la muerte de Bill.

Posteriormente a estas dos películas, ya debemos remontarnos a 1998, cuando se estrena en salas La delgada línea roja, en ella no podemos observar una huída: los soldados norteamericanos no pueden huir del destino que se le ha impuesto; tienen que permanecer dentro del caos moral y luchar no solo contra el adversario, sino también en evitar que el temor se apodere de ellos. En cambio, la evolución sobre este tema, el de la huída de un pecado acometido o el de matar para vencer en una batalla, llega a su culmen en El árbol de la vida en la que constantemente estamos ante la búsqueda transcendental de un ser querido: “Encuéntrame; sígueme” le susurra el hermano fallecido a su hermano mayor al que tanta confianza depositó. Malick nos sitúa en varias ocasiones durante el film ante unos planos, en las que parece que estamos a punto de subir unas escaleras que nos transporte a otro lugar que no es posible apreciar desde la tierra. Esas mismos planos se repiten en la posterior To the Wonder, los cuales nos transportan simplemente a una calle o a un siguiente piso de una casa.

Hay una contraposición constante en el cine del director que es la naturaleza contra lo creado por el hombre. La mirada se posa sobre el ser humano al que se le ha dado una tierra. “Hay una tierra para todos. El precio es el esfuerzo” nos dice en voz en off el Capitán Smith en El nuevo mundo; se nos ha dado riqueza y es el ser humano quién debe trabajar para saber administrarla, cuidarla para el bien de toda la comunidad. El error es el hombre que empieza a crear fronteras, como el fuerte creado por los ingleses para establecerse en la isla descubierta, pero para ellos esa tierra es un suplicio. Ya con las interpretaciones tan naturales de Brad Pitt y Jessica Chastain en El árbol de la vida, las imágenes quedan marcadas como poesía mostrando la naturaleza en su creación, desarrollo, enfrentamiento hasta el nacimiento, representado con la salida hacia el exterior del mar de un niño encerrado en una casa,… Este idilio con la naturaleza choca cuando los soldados norteamericanos tienen que luchar contra los japoneses en la naturaleza, convirtiéndose en terreno maldito, tal y como testifica el Coronel: “Encerrados en una tumba de la que no pueden salir, interpretando un papel que no han elegido”.

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Lo creado por el hombre impide obtener la felicidad; hallar lo que no podemos ver con nuestros ojos es demostrado con el papel que interpreta Ben Affleck en To The Wonder. Él supervisa los suelos de las zonas cerca de donde reside, comprobando su pureza. ¿Cómo se puede amar en un suelo impuro? La respuesta no es positiva, nos hace ver Malick en su última obra estrenada en salas hasta el momento; una duda de lo que es verdad, camina entre todos los personajes, incluso en el sacerdote.

Volviendo al comienzo de este apartado en el analizar los posibles temas que versan el cine del director norteamericano, la crítica contra los actos del ser humano, no toma fuerza primordial a simple vista, sino que se encuentra subyugada en un principio al individuo, más tarde a un gran colectivo, para después incluso, podemos interpretar como espectadores, permitirse (como pensador filosófico que es) cuestionarse la existencia de la vida.

El cine de Terrence Malick: pasado-presente-futuro

“Hay dos caminos: el de la naturaleza y lo divino. Nos dijeron que nadie que siga el camino de la gracia acaba mal”

Madre (Jessica Chastain en El árbol de la vida).

El cine sirvió en su origen para proyectar lugares desconocidos para muchas personas, lugares que existían, pero que muchos no podían acudir a ellos. Poco tiempo después, empezó a mostrarnos historias fantásticas apoyándose en diversos géneros a través de imágenes y grandes expresiones corporales, para con el sonido encontrarnos una narrativa audiovisual, que es la que sigue casi vigente en su totalidad hoy.

¿Cuál es el camino del cine de Terrence Malick? La inexistencia de la narrativa tal y como la entendemos. Las dos primeras obras del autor muestran una preocupación más por el individuo, en el cual el sueño americano le es dado, pero lo deja escapar, como el globo rojo de Kit. Una característica que se mantiene en casi toda su filmografía es la pervivencia de la pureza; esta se manifiesta de un modo muy esencial y es a través de las voces en off, sobre todo, de los personajes femeninos, quizás sea porque de ellas nacemos el ser humano. Los espectadores nos sentimos más conectados con los personajes que los propios personajes, debido al empleo de la voz en off en monólogo interior, es decir, como si nosotros escucháramos sus pensamientos.

El pasado es felicidad, porque atrapamos en nuestra mente los buenos momentos y es lo que nos motiva a seguir en pie. Esta idea es la que se cierne sobre los personajes, si solo pudiéramos observar los flashbacks que componen las películas de Malick. Un ejemplo, es la gran valía que le otorga a un recluta, el recordar los momentos con su mujer en la casa, en el mar. Otro aspecto, en muchas escenas a lo largo de toda la filmografía, es el silencio. Muy pocos autores le dan la importancia que se merecen a los silencios, pero Malick crea una atmósfera única en la que es un protagonista más para entender lo que se nos quiere narrar o percibir; a partir de ello nos hace reflexionar acerca de lo que acaece al personaje.

“¿Hay alguna fuerza vengadora en la naturaleza?; Madre ¿dónde vives?; ¿Quién eres tú que adoptas tan diferentes formas? Eres gloria, misericordia, paz, verdad. De tu muerte nadie escapa

Es muy constante que escuchemos a los personajes hacerse preguntas, que apenas tienen respuestas, al menos oral. Es aquí donde se determina los estudios filosóficos de Terrence Malick. No hay una respuesta esperada, pero sí que se nos contempla a través de las imágenes luminosas de la naturaleza. Más aún encontramos esta vertiente filosófica, es atendiendo a la muerte.

La muerte afrontarla con serenidad, ahí se encuentra la inmortalidad

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Esta oración procede de La delgada línea roja, en la cual la muerte es más protagonista que en otros films de Malick, por el contexto en el que se encuadra, pero es la segunda parte la que nos hace ver en que se sustenta el cine, el mundo creado por el autor. No es la muerte como un sufrimiento atroz, sino el paso a hallar que se esconde detrás de ella. El camino es arduo, inhóspito (los personajes interpretados por Sean Penn y Jessica Chastain, perdidos buscando a su hermano e hijo), al que nadie está preparado, pero que podemos encontrarlo gracias a la paz con el ser humano y con la naturaleza, y así subir esas escaleras que nos transporten a un mundo transcendental, en el que vivamos en presente, pero aliado con los recuerdos, con las personas que amamos.

Terrence Malick ha sabido adaptar los avances digitales a su cine y crear su mundo personal y transgresor. Es un autor filosófico. Quizás hasta el momento su obra cumbre es El árbol de la vida; es en ella en la que se muestra la reflexión del autor, que es en todo momento estar presenciando la figura de un Dios (muy permeable en el espectador el modo en el que la cámara se desliza entre lo material y las personas); cuya belleza reside en que nosotros seamos ese Dios, y lo que plantea Malick es su creación, su religión (tal y como hemos descrito en sus características), con la que podemos estar o no de acuerdo, pero si respetarla.

La incertidumbre recae ahora sobre el director por el camino que pueda tomar, tras la obra maestra del repaso a la historia del ser humano hasta llegar a lo que llamamos cielo; la siguiente obra fue volver a pisar la tierra para mostrar el vacío que hay en la sociedad actual e incluso la duda de los valores morales, a través de la propia religión. Lo próximo en estrenarse en salas es Knight of Cups (vista en la pasada edición del Festival de Cine de Berlín 2015) en la que recalca lo que hemos visto en su anterior producción: la nada que invade a la sociedad actual; en este caso se trata de una súper estrella, asiduo a asistir a fiestas, banquetes…en búsqueda de su identidad. En apariencia, parece que el director está haciéndose autocrítica, buscando, como sus personajes, un camino a seguir, pero que de momento es hallar la comprensión de un árbol de la vida de diversas personas, pero en las que unas imágenes bellas y puras ya pueden que no sean suficientes.

¿Quizás debería tomarse una gran pausa Malick? Como buen autor, quizás la respuesta es que sí, sobre todo observando la gran calidad de sus obras, pero a pesar de la duda sobre si el mundo del creador pueda haber encontrado su final (que esperemos que no), debemos apreciar su aportación al cine. El lenguaje narrativo ya no es apreciable a través de grandes diálogos o de plasmar la realidad de la manera más auténtica posible, sino son las propias imágenes (las yuxtaposiciones fantásticas de ellas) las que nos narran, o mejor dicho, las que transmiten el contenido. Parece como si nos susurrara el alma de todo aquello que es bello; poesía visual no apta para todos.

Acerca de Manuel Soriano García

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